Algunos de los que me leen saben que trabajo en un museo. Un museo es un centro del que la gente sale por la puerta con algo que no traía cuando llegó. Al margen de las distintas interpretaciones que Erik el Belga y sus colegas hagan de esta frase, el hecho es que es un centro de educación de los llamados “no formal”, o sea, que te enseña cosas sin tener que estar sentado delante de una pizarra. El museo en el que yo trabajo es un museo de ciencia, por lo que nuestro departamento de difusión y didáctica es uno de los departamentos fuertes. Todo este rollo viene a cuento porque una de mis funciones es llevar el taller de reconocimiento de rocas, minerales y fósiles destinado a los alumnos de primaria, y gracias a eso tengo la oportunidad de ver cada día, aunque solo sea por un rato, a un grupo de escolares distinto. Esto me ha permitido hacerme una idea de cómo están los coles, al menos a nivel de nuestra comunidad autónoma. Solo paso una hora con ellos, pero de mi experiencia extraigo datos interesantes y gracias a este trabajo de campo voy a intentar desmontar algunos de los miedos que tenemos los padres con respecto a la escuela pública.

 

1.- No importa para nada el cole que elijas. Para nada. Te da igual que tenga piscina, rocódromo, helipuerto y masajista sueca, si el profe que le toca a tu hijo es un cenutrio, lo llevas claro. Y hay profes cenutrios, para que nos vamos a engañar. Hay gente harta, desencantada, indolente y muy quemada en la educación. Gracias a Dior y a su ministro Paco I, la mayoría de los profes son personas muy motivadas y con mucho amor hacia su trabajo, y yo me he encontrado profes con una vocación inquebrantable y unas ganas de enseñar que tiran de espaldas muchas veces, incluso con grupos a priori malos, de niños con problemas de exclusión social, que mal llevados serían imposibles pero que gracias a la profe que tienen, un niño gitano de 11 años, que flipó con la cabeza del Tyranosaurio, sabía perfectamente distinguir entre rocas metamórficas, ígneas y sedimentarias. Y lamentablemente a esta gente no se les reconoce su labor y en muchos casos son tachados de incompetentes, vagos o lo que es peor: funcionarios. Un buen sistema educativo tendría a los profesores subidos a los altares de la sociedad.

 

2.- Los inmigrantes no nos invaden. No hay hordas mayas salvajes en los patios de los colegios, no hay grupos de islamistas radicales campando por los gimnasios, no hay paramilitares kosovares en las colas del comedor. Por mucho que se empeñe alguna gente, en España lo que mas hay son españoles. Si es verdad que hay coles con una problemática alta de alumnos que no hablan el idioma y que necesitan apoyo para que los que no puedan alcancen el nivel del grupo, pero el 90% de los coles públicos que vienen al museo tiene chavales de distintos colores y el dominantes es siempre el cañí. Es tan dominante que los chavales latinoamericanos no tienen acento. Es tan fuerte que los chavales chinos dicen “ejque”. Que en un grupo de clase haya varias nacionalidades no puede hacer más que enriquecer el aula, la labor del ministerio, la consejería o quien leches maneje esto es no hacer guetos. Lamentablemente, a quien maneja esto le gustan demasiado los guetos.

 

3.- Los niños no son esponjas. Salvo excepciones, los niños no registran todas las cosas a la primera. Sed sinceros/as y pensad cuantas veces hay que repetirles los conceptos a los niños. Si no hay manera de meterles en la cabeza que no pisen el sofá ¿como leches les vas a incrustar la gramática inglesa entre los 3 y lo 5 años? Yo en el museo trabajo con chavales de entre 7 y 11 años, la gran mayoría de las veces suelto un concepto nuevo y luego se lo vuelvo a preguntar al cabo de un minuto. A la primera no contesta nadie, luego, si les das una pista ya van cayendo. Necesitan escucharlo un par de veces y comprenderlo para registrarlo, como cualquiera. Los famosos colegios bilingües que Esperanza Aguirre ha tenido a bien otorgarnos, al menos desde mi experiencia, no solo no han conseguido niños bilingües, sino que ha bajado el nivel de las clases de ciencias  ( o science)  a límites alarmantes. Hay muchos chavales de 10 años que no saben lo que es una cordillera. Ni en español ni en inglés.

 

 
Miedo a que el cole no tenga instalaciones maravillosas, miedo a que haya muchos inmigrantes, miedo a que no tenga un buen nivel de inglés. Los coles públicos nos dan miedo, y, como hice yo, llevamos a los niños al concertado en busca de una mejor educación, y yo ahora creo que me equivoqué. Tampoco es que el colegio esté mal, pero no veo el motivo de pagar lo que estoy pagando, sobre todo cuando pienso que pago doble, de mis impuestos se paga el concierto del colegio y luego pago el impuesto revolucionario. Esto es una utopía pero, si todos lleváramos a nuestros hijos al colegio público ¿no se verían obligados desde el gobierno a darnos más y mejores colegios? Si rechazáramos el concierto ¿no alcanzaríamos una situación como nuestra admirada Finlandia en la que no hay colegios concertados? Bien es cierto que la gestión de la educación está en manos de los políticos, pero ¿no seremos nosotros, los padres, los culpables de su deterioro al correr hacia el “sálvese quien pueda” y el “ yo a mi niño le llevo al colegio británico  aunque me cueste un riñón”? ¿No deberíamos responsabilizarnos de saber  en qué se gastan nuestros impuestos conociendo los colegios públicos, el lugar de “yo no llevo ahí al niño que me han dicho que no tienen clases de danza coreana”? No sirve de nada ir a las manifestaciones y luego llevar al niño a Las Madres Piadosas de la Santa Manta. Ahora, el que quiera que se vaya a reflexionar al rincón de pensar.

Entrena duro, joven guerrero Ninja, pero habrá momentos en los que, pese a tu entrenamiento, serás sobrepasado por la situación.

 

Perdonen que no me levante pero es que aún sigo en estado de shock.

 

 Miércoles por la tarde, tarde lluviosa para más señas, dejo a los niños jugando en el cuarto de juegos/almacén de trastos/buhardilla de casa y me bajo a preparar la cena. En el apartado “almacén” del cuarto de juegos lo que almaceno son cajas con juguetes, ropita y accesorios de cuando eran bebés porque tengo sitio y porsiacaso. A los quince minutos de dejarlos, el Mayor me llama como si se hubiera prendido fuego: -mamaaaaa, que el Rubio se ha hecho caca. Bueno, si, tiene tres años recién cumplidos y a veces se despista. Subo a ver que pasa y cuando empujo la puerta hubiera preferido ver la cara  pintada en la pared que deja John el Rojo que lo que vi.

 

 

En algún momento de esos últimos quince minutos, él había sentido la llamada imperiosa de la naturaleza, aunque no lo suficientemente imperiosa como para bajar un piso y llegar al baño al parecer. Como es igual de listo que de vago, se da cuenta de que al lado de las cajas de ropita hay un orinal. Perfecto, pues aquí mismo. Lo que no hizo bien fue el cálculo de las cantidades, porque los mojones de un niño de tres años que se acaba de merendar un bocadillo de chorizo y un vaso de leche no caben en el orinal de un niño de dos que se merienda medio plátano. Deduzco (y ya es mucho deducir) que parte del mojón, al no caber en el receptáculo, se le quedó pegado al culo y cuando se puso de pie, se despegó y cayó al suelo. Viendo el estropicio e intuyendo sabiamente la bronca que le iba a caer, el Rubio recogió el truño con la mano y lo metió de nuevo en el orinal. Al mirarse la mano se dio cuenta, quizá nunca había reparado en ello, de que la mierda mancha bastante y trató de limpiarla con la otra mano. Entonces se dio cuenta de que mancha mogollón y además se extiende. Como hubiéramos hecho cualquiera de nosotros a los tres años, recurrió a la sudadera del chándal del colegio (cuyo módico precio es de 27 euros) para eliminar los restos biológicos de las manos.

 

En ese preciso momento entro yo y el panorama desolador era este: Un orinal a rebosar, un restregón por el suelo y un niño rubio con una sudadera estampada en marrón y los pantalones por los tobillos que dejaban ver un culo con estampado a juego. Y el Mayor descojonao por los suelos. Ni Carlos González, ni crianza con apego, ni la madre que me parió. Pegué un berrido huracanado y El Rubio, aunque ya lo veía venir, decidió morir matando, y cuando yo le ordené que a la ducha de cabeza el se cruzó de brazos y se negó rotundamente- ¡¡NO!! ¿Que no vas al baño?, por mis narices que vas al baño.

 

Intento sujetarle como puedo para no llenarme yo también de caca hasta las cejas pero el esfuerzo es inútil cuando la criatura chilla, patalea, se sacude como una anguila y se agarra al quicio de la puerta con las dos manos. Si, con esas dos manos. Consigo por fin meterle en la bañera y la luz de la razón le ilumina de repente – mami, una ducha que estoy susio- Si hijo, si, hazme hueco anda, que no eres el único.

Hoy, cumpliendo con mi palabra, contesto al cuestionario que me propuso Solomillito de Rana, como condición sinequanone para recoger el premio que tan amablemente ha tenido a bien entregarme. Y como yo le tengo ya cariño pese a sus falacias en la campaña electoral, contesto a las preguntas en plan Sálvame deluxe que para eso es viernes.

 

 

1. ¿En qué país te gustaría vivir? Siendo egoísta, en España, lo mas cerca de mis padres posible para poder tirar de abuelos Ninja en cuanto tenga necesidad. Pero siempre le digo al Samurai que si le ofrecen curro fuera (a mi eso no me va a pasar a menos que inventen el Erasmus para funcionarios) que lo coja, que nos vamos todos.


2. ¿Crees que seguirás en el mismo trabajo dentro de cinco años? A no ser que la cosa se ponga mas malita, y no lo descarto, ojo, en principio seguiré currando en museos. Lo que ya no se es si en este o en otro, si me saco la promoción interna ya se verá.

3. Un buen restaurante de tu ciudad  Me podría tirar el pisto, pero voy a ser sincera. Lo que más frecuento es, por este orden, la casa de mis padres, el macdonalls y cualquier restaurante que tenga un bolas donde soltar a las fieras mientras engullo cualquier desastre culinario en cinco minutos. La vida de la madre Ninja. Nadie dijo que fuera fácil.

 

4. Las paredes de tu casa, ¿son blancas o de colorines? Pues hace cuatro años eran blancas y ahora son de colorines. ¿Milagros del titanlux? No, El Rubio con un rotulador. Miquel Barceló junior le llamamos.

 

5. Una serie que no deba perderme Lo último que he visto es Juego de Tronos, que me ha encantado y ya espero impaciente la tercera temporada (aunque voy por el quinto libro). Y anoche empezamos a ver Homeland, que tiene buena pinta pero me quedé sobada a la mitad del capítulo, que es lo que hago siempre. Luego el Samurai me cuenta lo que me perdí,  una cosa que me mola tanto o más que ver el capítulo entero.

 

6. ¿Cual es tu primer recuerdo de niña? El tacto de unos payasos de fieltro que me hizo mi abuela, cuando yo tenía aproximadamente dos años. Sé como eran porque he visto una foto, lo que yo recuerdo claramente es el tacto. Misterios del cerebro.

 

7. Un libro imprescindible. Uno solo es imposible, pero ahora lo primero que se me viene a la cabeza es “Ensayo sobre la ceguera” de Saramago. Si me preguntas dentro de tres minutos te diré otro libro seguramente.

 

8. ¿Cuál es la prenda de tu armario preferida? Últimamente, unas botas de media caña en color marrón claro con tacón sorprendentemente cómodo que no me quito. Las compré en una tienda de mi pueblo en una zapatería que liquidaba por 15 euros. Me pasé hace unos días a ver si tenían mas, para hacerme una reserva, pero estaban agotados. Si veo a alguna por la calle con un 38 en negro, saco la navaja y se las quito. A ese límite llego por unos zapatos cómodos.

 

9. ¿Boli o pluma?  Un pilot.

 

10. ¿Cuál es el viaje mas largo que has hecho?  A Seattle con escala en Miami y Dallas. 23 horas de vuelo. 14 años. Intercambio con una americana. Mi madre, ahorrando en el vuelo lo más grande, compró el más barato y el que más escalas hacía. Un día y medio sobando cuando llegué a la casa de mi intercambiada, los padres pensaron que habían rescatado a una espalda mojada.  

Hago mención a Pilar de Todomundopeques, que esta semana también ma ha dado un premio. Contestaré al cuestionario en otro post porque si no se hace un poco largo.

Ale, que es viernes, a disfrutar ( o lo que os dejen)

Un auténtico guerrero Ninja nunca duda en recurrir a la mentira, el disfraz o el engaño en caso de que sea necesario para conseguir su objetivo.

 

Como toda madre normal, vivo atormentada permanentemente por la necesidad imperiosa de conseguir todo aquello que se ha estipulado bueno para un niño desde todo tipo de plataformas. Que si debería matricularles ya en clases de chino preparando el advenimiento de la nueva potencia mundial, que si el tenis es un deporte que incrementa su habilidad y coordinación, que si que tipo de madre rastrera y ponzoñosa soy por no decorarles el cuarto con wasi-tape y muebles vintage, y un largo etcétera de condiciones sin las cuales lo mas probable es que la Comunidad autónoma te retire la custodia.

 

Pero la reina de las condiciones, la norma suprema, aquella cuyo incumplimiento conlleva expulsión inmediata de AMPA es la del consumo diario de cinco raciones de fruta y verdura. La obesidad infantil acecha por las esquinas y una madre Ninja ha de estar preparada para combatirla. Cada día, el objetivo ha de cumplirse, sea como sea. He llegado a despertarles en medio de la noche para hacerles tragar un vaso de zumo de naranja recién exprimido porque ese día no habían tomado sus cinco raciones y el pánico a que contrajeran el escorbuto era superior a mi.

 

El enemigo al que se enfrenta una madre Ninja en esta batalla es ancestral y poderoso. La verdura es un enemigo natural de los niños. La madre que te diga que su Alvarito se come las acelgas rehogadas miente como una bellaca, generalmente con el objetivo de dejarte por los suelos. Ni Alvarito ni ningún niño normal en su sano juicio se come un plato de acelgas cocidas así sin más.

 

Partiendo de esta base y de la presunción de que aún somos más listas que ellos, lo que hay que hacer es disfrazar a las acelgas para que parezcan otra cosa. Como en todo, aquí hay niveles. Las madres americanas te montan un plato de coliflor hervida y te lo hacen pasar por un pollo con la única ayuda de un palillo y dos hojas de rúcula. Yo, hago lo que buenamente puedo en el tiempo que tengo; pero en vista del éxito del post del disfraz de indio y viendo que no sois un público muy exigente, me lanzo a publicar mi primera receta en mi imparable ascenso al olimpo de las trendy mothers.

 

 

MAGDALENAS DE TORTILLA (ojo, si cometéis el error de llamarlas magdalenas de verdura todo el esfuerzo habrá sido en vano, que son niños pero no son tontos)

 

Ingredientes (para 6 magdalenas):

-          5 huevos

-          Miga de pan ( algo menos de media barra)

-          Verdura cocida. Lo que pilles, al vapor y un poco durita es como mejor queda

-          Jamón serrano. Un par de lonchas

 


1.- Lo primero, cocer la verdura. Yo, uso estas bolsas de microondas, que oye, te hacen el apaño
Son de Mercadona. Señor del Mercadona ( guiño, guiño), no tengo banners de publicidad todavía....


2.- En un molde para magdalenas, ponemos un poco de miga de pan para hacer la base.
 





3.- Escondemos la verdura



4.- La cubrimos de huevo batido con un poco de sal
 

 
 
 
5.- Coronamos con un poco de jamón serrano, que siempre da un punto.
 
 

 

 
6.- Al horno 180º unos diez-quince minutos, hasta que suba la tortilla
 
 
Si se desparrama un poco, la recortamos
 

 
 
Y el resultado es este



 


Mientras las hacía, mi conciencia me observaba


 
¿ De verdad crees que vas a engañar a los niños?
 


Listo. Si ponen cara rara siempre le podemos poner un poco de tomate frito por encima y las llamamos “cupcakes de tortilla”, pero advierto que este es el punto de no retorno. Estás a un tris de hacer sándwiches con cara de oso panda, que lo sepas.


 

Ahora en serio, la gloria de esta receta no es mía, la podéis encontrar en la
web de Pimienta Rosa.