…Y dice  Internet (fuente universal del saber):

Como los conceptos del yin y el yang, las figuras del ninja y el samurai representan dos perfectos opuestos, a veces en conflicto, otras veces coincidentes.
El ninja era el guerrero de las sombras, de la noche, furtivo, maestro del engaño. Hacía del silencio una de sus herramientas más eficaces para lograr sus objetivos. El disimulo era una norma esencial en la ejecución de su arte, lo que se reflejaba en su uniforme de combate oscuro y en la capucha con la cual generalmente cubría su rostro.
El samurai, en tanto, era el señor de la guerra, un sujeto formado para encabezarla y dirigir. El samurai estaba vinculado con la autoridad, con el poder; el ninja era inaprehensible y autónomo. El samurai ocupaba una armadura vistosa e imponente. Sus adornos magnificaban su presencia y su voz tronaba en el campo de batalla. Todo lo contrario del ninja, que intenta siempre guardar silencio y cuyo estilo de combate busca la mayor discreción posible. [1]


La verdad es que, tentada me siento a dejar la cosa así, sin explicar nada más, porque me parece que el texto es revelador en si mismo, pero pongamos ejemplos:

Situación 1: El Mayor y el Rubio se pelean, como es habitual en ellos, por un lápiz, por un gormiti, por un trozo seco y rancio de pan, por lo que sea. Llegan a las manos y El Mayor, haciendo uso de sus diez centímetros (y apenas un kilo)  de ventaja le arrebata el objeto al Rubio, el cual, aplicando velocidad a sus 16 kilos de peso coge carrerilla y se lanza de cabeza contra el estómago de su hermano. Dos niños llorando en el suelo y un gormiti sin cabeza; ¿que hacemos?

-          Madre Ninja (guerrero de las sombras, maestra del engaño): “Vamos a ver, ¿no podéis jugar los dos juntos con el muñeco? “ Pero era mío y me lo ha quiadooooo” “ Pero si tenemos mas, los sacamos todos y hacemos una lucha” “ pero los de roca para miiii” “ no para miii” “ Bueno, dos de roca para cada uno, medio de aire y uno de agua para ti y dos de bosque uno del volcán para ti”

-          Padre Samurái (señor de la guerra): “A tomar por culo el puñetero gormiti de las narices. Castigados”

Situación 2: Hace media hora que teníamos que estar en algún sitio, tipo el cole, el médico, casa de los abuelos…. Pero seguimos en casa porque el Rubio (a quien también podríamos llamar Miquel Barceló Jr.) ha decidido hacer una obra de arte usando un rotulador permanente color verde y su propio cuerpo y camiseta como lienzos.

-          Madre Ninja: Bate el record mundial de ducha + cambio de camiseta en 3,8 segundos y le da tiempo a rechazar una oferta de trabajo como parte del equipo Ferrari en fórmula 1

-          Padre Samurai: Deja al niño a remojo en la bañera llena de agua medio fría y corre desesperado buscando una camiseta por cualquier cajón menos por el de la cómoda del dormitorio en el que están las camisetas. Mientras registra en la cocina el cajón de los cubiertos llama a voces a la Madre Ninja: “Oyeee, ¿Dónde están las camisetas del niño?” “Pues en su sitio” “No están, ¿dónde las has metido? “ “como vaya yo y las encuentre la tenemos” “Ven a ver, que eres una lista, verás como no están”. Y por supuesto, la Madre Ninja encuentra las camisetas. A lo largo de generaciones NUNCA ha ocurrido que una madre se confunda acerca de dónde está una cosa.

Situación 3: Vacaciones familiares. Francia, casa rural. Después de un día entero triscando por el campo detrás de animales de granja y rebozándose en distintos tipos de barro, la ducha es obligatoria. Como no hay bañera y la ducha es pequeña hay que pasarlos por turnos. Mientras espera, El Rubio, que ha pasado todo el día en contacto con la naturaleza, responde a la llamada de la misma y se caga tal cual está, de pié y desnudo en mitad de un cuarto tres charmant  de una casa rural cuya dueña ni era precisamente simpática ni hablaba palabra de español. El equipo ninja-samurai se ve obligado a trabajar perfectamente coordinado, y mientras la Madre va a hablar con la dueña para conseguir una fregona porque el niño “ha vomitado” (que no  se por que, suena mejor que lo otro), el Padre recoge como puede el panorama con toallitas entre rugidos de horror y risa floja.

 Por supuesto, hay muchas ocasiones en la que la Madre tiene que levantar la bandera Samurai y el Padre aplica técnicas Ninja, la sabia filosofía oriental nos lo ha descrito perfectamente, debemos encontrar el equilibrio entre el Yin y el Yan, y eso intentamos todos cada día, y si no lo conseguimos, pues siempre podemos recurrir al equilibrio entre el Gin y el Tonic, por la noche, cuando ya se han dormido los niños.


[1] Eduardo Orellana: “ La Eterna Noche del Ninja”

Un día entre semana cualquiera a eso de las cuatro de la tarde la Madre Ninja debe tomar una decisión que marcará las siguientes horas de su existencia para siempre: ¿nos quedamos en casa o vamos al parque?

La cabeza empieza a funcionar y una se acuerda de lo temprano que se levantó, de lo blando que está el sofá, de la pila de ropa que hay que colocar, de que el lavavajillas está sin sacar, y a priori la idea de volver a casa a “aprovechar la tarde” se coloca en cabeza; pero luego mira una por el retrovisor hacia los asientos traseros y descubre al Mayor dando saltitos nerviosos y al Rubio directamente mordiendo el reposacabezas y decide, por su propio bien, por el de los niños y por el de los muebles del salón, salir un ratito al parque.

En mis dos primeros años como Madre Ninja, yo era una nómada de los parques. No tenía asentamiento fijo, iba de un parque a otro dependiendo de las estaciones, las glaciaciones o la caza del mamut. Pero un buen día, se produjo un hito social sin precedentes hasta la fecha: nos invitaron a un cumpleaños. Y conocí a otras madres del cole. Y evolucioné. Me establecí en un asentamiento fijo con un grupo de madres-recolectoras y me inicié en el complejo mundo del parque.

En un principio, como es habitual en homínidos de nuestra especie, nuestro grupo estaba liderado por la hembra de mayor edad. Pero después de una polémica vía Whatsapp (ya había desarrollado yo pulgares oponibles listos para teclear) hubo una escisión en el grupo y se fue por su lado.

Desde entonces, hemos pasado de asentamiento de cromañones a mara salvadoreña. De hecho, creo que voy a tatuarme en el brazo “panda del parque forever, brodel”.

El grupo de madres/padres (que hay padres de parque también, aunque sea especie en extinción) acaba siendo un apoyo similar al de alcohólicos anónimos: “Hola, me llamo Mari y hace tres días que no le doy a mi niño de cuatro años el chupete” “Te apoyamos Mari”. Es una fuente de conocimientos sin precedente, y, en los ratos en los que no estás corriendo para evitar que el Rubio se deje los dientes al final de tobogán o lavando en la fuente un raspón de la rodilla del Mayor mientras grita que se va a desangrar, puedes comparar pediatras, enterarte de las ofertas de Lidl o valorar las últimas declaraciones de la Merkel.

Hay mucha madre trendy que echa pestes de los parques, supongo que será porque el primer día que intentó sacara al niño del arenero para que no se manchara los pantalones de Baby Dior se le arañaron los Manolos; pero para mi es importante ir, porque a día de hoy, después de tantas tardes, de las vacaciones juntos, de las excursiones, de los cachondeos de los viernes, o de las barbacoas, yo voy al parque casi como cuando tenía quince años; a ver a mis amigos.  
Los Ninja estaban especialmente preparados para misiones secretas en las que actuaban en solitario y sin ningún tipo de apoyo si eran capturados por el enemigo. Su preparación psicológica debía superar a la física para mantener la cabeza fría en los momentos precisos o para soportar incluso tortura antes que revelar la posición de su ejército o sus intenciones.

La Madre Ninja debe enfrentarse a un agotamiento psicológico mucho mayor que el físico. Cuando las palabras amables, las amenazas veladas o los chillidos desesperados para que te hagan caso tus hijos dejan de tener efecto, cruzas el umbral. Y no importa cuantos episodios de la supernanny te hayas tragado o cuantas veces hayas comentado con tus amigas lo mal educado que tienen a menganito o a fulanito. “¿Qué quieres que te de para que vayas al baño? ¿las llaves del coche? Toma hijo, y el carnet de conducir por si te paran”

Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Una vez en el supermercado, después de diez minutos de no para de pelearse y chillar decidí aplicar la fina psicóloga y hacer como en el anuncio poniéndome yo a chillar. Y si, dejaron de chillar, para descojonarse y rato y luego volvieron a chillar. Los que se quedaron sin habla fueron los clientes del súper, al que por supuesto no he vuelto.

Las técnicas de tortura en manos de los pequeños Ninja ve vuelven extremadamente refinadas. Un ejemplo es la técnica de la gota malaya:                    

-          “ Mama, Mama, Mama, Mama, Mama, Mama, Mama, Mama”
-          “¿Que hijo, que quieres?
-          “ Mmm, nada”

Otra es la capacidad de tu hijo para dejarte en ridículo sin la menor compasión, ya sea bajándote los pantalones en público (recomiendo la combinación cinturón-bragafaja para evitar escarnios) o dejándote por tonta. Cuando El Mayor iba a la guardería regularmente tenían que traer dibujos o manualidades supuestamente hechas por los niños pero que en realidad hacíamos los padres. Yo, una vez decidí que lo mejor sería dejar al niño colorear  a su bola y librarme de los deberes, y cuando expusieron los trabajos en el pasillo todos eran maravillosas muestras de manualidades al estilo Martha Stuart y el nuestro un papel con garabatos. Y una mamá le dijo al mío: “que bonito tu dibujo, ¿quien lo ha hecho?”.  “Mamá”.  Aquella mujer me miró como diciendo “pues ya te lo podías haber currado un poco, que parece que lo ha hecho un niño de tres años”.

Si El Rubio quiere que yo haga algo solo tiene que chillar, su chillido tiene un frecuencia que solo oigo yo, como les pasa a los perros con los silbatos de entrenamiento. Se me atora el cerebro y entro en trance. Y cuando decide que ya he bailado una cantidad suficiente de veces “un cocodrilo se metió en la cueva” y el se ha comido varios aspitos disfrutando del espectáculo entonces para de chillar.

Aunque el chantaje emocional es la que supera con creces a todas las torturas. Esto lo aprende un niño antes que a hablar o a andar, debe estar en los genes. Y El Mayor lo adereza con unos toques de drama que ha debido aprender en las pelis de antena 3 de los sábados.  Viernes 8:00 de la mañana, como siempre no quiere desayunar:

-          “ Que te acabes la leche que llegamos tarde al cole”
-          “No Mamá, no voy al cole. Voy a llamar a la policía para que me lleven a la cárcel y así te quedas con mi hermano que le quieres mas que a mi”

A mi se me cae el alma a los pies y el no desayuna y comparte los aspitos con su hermano mientras yo bailo “el cocodrilo”. Llegamos tarde al cole.
Ya desde niño un Ninja pasaba por un entrenamiento mucho más exigente que el de un Samurai. No solo aprendía el manejo de las armas y de las artes marciales sino que además debía nadar y bucear perfectamente, trepar a los muros de un castillo, preparar explosivos y venenos y se les entrenaba en la supervivencia en campo abierto.

Una Madre Ninja también tiene un entrenamiento más exigente que el de un Padre Samurai (concepto que exploraremos más adelante):

Debe nadar y bucear perfectamente; sin ir mas lejos, yo bucee perfectamente el verano pasado con ropa y zapatillas para sacar al pequeño Kamikaze que se lanzó a la piscina sin manguitos ni nada, con el agravante de que no creo yo que un Ninja de Japón pase previamente por la depilación láser, con la tortura y el desembolso que supone, para ir todas las semanas a la matronatación.

Debe trepar; a los columpios básicamente, pero también a todo tipo de vallas, altillos y muretes o bien detrás de un niño o bien para rescatar una pelota, cometa o similar. En mi caso trepé para saltar al otro lado de una valla de la piscina municipal en la que se había colado por error “mi coche más favorito, Mamá, el favoritísimo, no puedo vivir sin el”, un argumento irrefutable para mi, claro, no para el tipo de mantenimiento que me echó la bronca cuando me vio encaramada a la verja. Por si hay curiosidad, diré que “el favoritísimo” fue reemplazado por otro igual o mas favoritísimo exactamente 24 horas después. 

Debe preparar con maestría, ya no explosivos y venenos, que eso lo hace el más tonto de primero de química, sino platos que combinen las cinco raciones de fruta y verdura, fibra, omega 3, vitaminas varias, macarrones y chocolate. A Ferrán Adriá le quería yo ver por las noches en mi cocina, a ver si deconstruía la menestra de verdura con Ketchup.

Debe estar preparada para la supervivencia en campo abierto. Campo abierto, para una Madre Ninja es tanto ir de excursión, como cruzar la calle o ir al Mercadona. El día que me vi intentando cruzar una calle tirando con una mano de la correa del perro, con la otra evitando que el Rubio atropellara a los coches con la moto de moltó y gritándole al Mayor que no había peligro y que podía cruzar mientras el chillaba “me va a pillar un coche, no quiero morir” entendí que aquella sucia charca era Vietnam y que yo estaba muy lejos de Kansas.

Aunque el campo de batalla mas duro es el parque, pero con eso tengo para un post entero.
“Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra; si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo, correrás peligro en cada batalla”  Sun Tzu, El Arte de La Guerra.

Una de las armas mas valiosas que posee una Madre Ninja la leemos en esta cita se Sun Tzu pero también la decía mi abuela: “te conozco como si te hubiera parido”. Conocer a las criaturas como sólo las conoce su madre te da ese instinto de madre que nunca se pierde y que te ayuda a saber cuando están mintiendo, cuando está pasando algo (están muy callados y la tensión flota en el ambiente), cuando es caca o pis lo que se está haciendo encima en ese momento, unos segundos vitales de ventaja para soltar la frase “ cariño, cámbiale tu, que yo lo hice antes”; y que en un futuro nos será útil en situaciones como “ no has hecho los deberes”, “ faltaste ayer a clase” o “ no, no creo que lo que te sentara mal anoche fuera la coca-cola precisamente ”

En mi caso, conozco perfectamente a mis mini-ninjas, pero para que el lector se haga una idea, daré algunos datos:

El Mayor: Casi cinco años. Tanquilo, ordenado, metódico. No es el típico niño de “Mamá, mira, sin manos” con lo que en lo físico me da un respiro, pero en lo psicológico está su campo de acción. Yo, cuando le veo venir con media sonrisa diciendo “vamos a hacer un trato” me echo a temblar. Porque el siempre intenta salirse con la suya siguiendo tres fases: Rabieta (pues no quiero desayunar y punto) Negociación (me como tres mordiscos de esta galleta y tu cuatro, que tienes mas hambre) y Drama (“Tengo alergico”  a estas galletas y me estás obligando a comérmelas, tu quieres asesinarme). Grandísimo actor en ciernes, si no, al tiempo.

El Rubio. Dos años y medio. De bebé era muy tranquilo, pero cuando, con siete meses le vi en el suelo de la cocina compartiendo el pienso con el perro empecé a sospechar. Con año y medio abría el lavavajillas, sacaba una cuchara y se iba beber al water. A los dos años había ido a urgencias cinco veces por golpes kamikazes y ninguna por estar enfermo. Todos los niños del cole le conocen (aún no se si esto me gusta o me asusta), y, viendo cómo maneja el IPhone sin que nadie le explique nada me planteo si es Steve Jobs reencarnado.   

En el transcurso de un par de horas se pelean, juegan, se pelean, me buscan la ruina, lían alguna, y se pelean. Pero el mejor momento de ese par de horas es cuando consigo sentarme con ellos a leer un cuento y me abrazan. El descanso del guerrero.
De todos es sabido que para un buen Ninja la vestimenta es fundamental, ya que una de sus funciones como espía es mimetizarse con el entorno y pasar desapercibido. Para la madre Ninja la ropa puede ser un poderoso aliado o un temible enemigo si no la utiliza adecuadamente en cada situación.

Un primer atuendo es el utilizado para ir a trabajar, que, si el trabajo se desarrolla en una oficina sin estar cara al público y con un “ dress code” ( cuanto daño han hecho los blogs de moda) relajado como es mi caso, la cosa a priori no debería ser complicada, vamos, un pantalón y una camisa deberían bastar. Pero claro, los factores externos son determinantes y la madre Ninja debe estar preparada para:

-          Factor madrugón: También conocido como SLP (síndrome de legaña pegada). Básicamente consiste en que si no te has preparado la ropa la noche anterior y tienes que buscarla en el armario o bien a oscuras porque eres la primera que se levanta o bien bajo la presión de que hay un niño chillando “mamá caca” en el cuarto de al lado, lo mas probable es que vayas a currar con el pantalón de chándal de tu marido, la chaqueta que llevaste a la boda de tu prima y un zapato de cada color. Sin calcetines. Esta situación se agrava si solo has conseguido dormir dos horas la noche anterior por causas ajenas a tu voluntad. Yo una vez, tras una noche de dalsy, bronquitis y desenfreno, fui a trabajar con el zapato derecho en el pie izquierdo y viceversa; algo de lo que me di cuenta en la farmacia cuatro horas después cuando me compraba unas tiritas para las rozaduras que me estaban haciendo.
-          Factor “ la mancha fantasma”: Muchos colectivos de trabajadores llevan monos de trabajo o batas en su día a día, algunos con mas razón que otros, porque me vas a comparar lo que se mancha un pintor con lo que se mancha un médico; y desde aquí yo reivindico el mono de trabajo para la madre, a fin de evitar situaciones como tener que coger al niño en brazos porque se ha metido en un charco en la puerta del cole y cuando vuelves al coche tus pantalones negros tienen el moderno estampado “ tye dye” a base de barro. Y tal cual me fui a trabajar.
-          Factor “vintage”: Es más bien un daño colateral resultado de que tu propio instinto de supervivencia te pide a gritos aprovechar esa hora libre que tienes el sábado para echar la siesta en lugar de ir a comprarte ropa. Afortunadamente en ese sentido, la moda siempre da la vuelta y he podido sacar partido a las zapatillas New Balance y la cazadora vaquera con borreguito, en mi armario desde los años 90. Una madre Ninja nunca tira nada de ropa ( esto es una enseñanza muy valiosa de mi sensei, la abuela Ninja)

El atuendo más importante de la madre Ninja es el elegido para la batalla, es decir, para ir a recoger a las criaturas, al Mercadona o al parque. En un principio, sobre todo durante la primera baja de maternidad, yo no me desprendía del traje regional de mi casa, es decir, el chándal. Había días que comía en chándal, salía en chándal y dormía en chándal. Cuando mi marido un día por error me llamó “Luisma” empecé a plantearme que quizá un pantalón vaquero o uno de esos de montaña con muchos bolsillos elevarían mi dignidad y me devolverían algo de orgullo.

Para elegir el uniforme de batalla también hay que tener en cuenta ciertos parámetros, como, muy importante, las apreturas. Aquí no hay que pasarse o no te podrás agachar a ejecutar órdenes insistentes como “cubo, cubo, mío, mío”, rescatar in extremis un chupete de la boca de un perro o solucionar cosas del tipo “mamá, ¿sabes que las llaves del coche caben por el agujero que hay en la valla de los vecinos, los que se han ido un año a Argentina?” Una  madre Ninja debe estar siempre dispuesta a trepar.

Pero, con las apreturas tampoco hay que quedarse corta, que ya hay casos descritos de padres con los globos oculares ultra desarrollados debido a la cantidad de madres que hay en los parques practicando técnicas de agachamiento con escotes de camiseta demasiado sueltos. Por no hablar de la cinturilla de los pantalones, que por algún motivo desconocido el lobby de mentes criminales que diseña la ropa ha decidido que ha de ser lo suficientemente ancho como para que al agacharte se te vea el lugar en el que tanto la espalda como los glúteos pierden su casto nombre, llegando a comentarios como: “Mamá, he visto que tienes algunos pelos en el culo” delante de tus cuñadas.

Así que, la madre Ninja elegirá sabiamente el atuendo, evitando peligros como zapatos de tacón, transparencias, minifaldas y escotes y los sustituirá por botas de pocero, pantalones de montaña y camisetas de cuello vuelto. Ya habrá tiempo de seguir las tendencias, yo ahora, me esfuerzo por seguir entera.
La wikipedia describe a los Ninja como un grupo militar de mercenarios entrenados especialmente en formas no ortodoxas de hacer la guerra, tales como el espionaje, el sabotaje o la guerra de guerrillas, ]con el afán de desestabilizar al ejército enemigo, obtener información vital de la posición de sus tropas o lograr una ventaja importante que pudiera ser decisiva en el campo de batalla.

En ocasiones, una madre de dos niños pequeños que trabaja ocho horas fuera de casa (y con “fuera” me refiero a 40 kilómetros de su casa), mileurista de la vida y con el padre de las criaturas trabajando mas horas de las que pasa en casa, tiene que utilizar formas no ortodoxas de hacer la guerra a la situación con el afán de no solo sobrevivir sino de súper vivir, es decir, de disfrutar de todas las cosas con las que se va encontrando en esta fase de la vida en la que prácticamente todo está condicionado por la maternidad.

Escribo este blog, por una parte, por si a alguien que está a punto de empezar mi misma guerra le sirven mis experiencias para reírse y desdramatizar la situación (porque como guía no sirve, cada uno aprende las técnicas Ninja como buenamente puede y son todas igual de eficaces) y, sobre todo, como una manera de guardar tantísimas cosas que pasan cada día y que estoy segura que no recordaré en unos años, porque, ¿verdad que las madres siempre cuentan las mismas anécdotas de cuando éramos pequeños? ¿Es que solo hicimos eso en todos los años de infancia? Viendo todas las cosas que se les ocurren a mis hijos me niego a creer que yo solamente pintara de naranja de arriba a abajo el cuartito que teníamos como despensa en la cocina y que una vez llamara pesada y mandara a cagar a una compañera de trabajo de mi madre.

Así que, a fin de amenizar los muy futuros cumpleaños y reuniones familiares varias con anécdotas siempre variadas, y poniendo una línea mas a la lista de las cosas que hago por mis hijos (además de ma-tar) empiezo el blog.