El guerrero Ninja encuentra la felicidad en las cosas pequeñas

 

Ayer no fuimos al fútbol aunque nos tocaba fútbol, en vez de eso decidimos por unanimidad en la puerta del cole ir al parque. No hacía buen día, se había nublado y hacía un poco de viento, pero cogimos las bicis y al perro y nos fuimos a un parque que está en medio de una dehesa. Como ha llovido mucho está todo verde. El Mayor no había cogido la bici en todo el invierno y como es de natural cauteloso yo pensaba que tendría miedo y que me tocaría cargar la bici la mitad del paseo, pero no, sorprendentemente se tiró por todas las cuestas y rodó por el camino a toda velocidad, e incluso se atrevió a derrapar. Hacía viento y las copas de los árboles se movían, el Rubio se paró bajo una encina y gritó -¡hola árbol! -¿que haces?- le pregunto-El árbol me ha hablado- me contesta. No puedo hacer menos que saludar al árbol.

 

Al cabo de un rato decidimos por unanimidad volver a casa. La cocina estaba sin recoger y había que poner una lavadora, pero en vez de eso me dediqué a hacer comiditas de plastilina. Hicimos spaghetti, helado y un pastel. Luego nos vinimos arriba e hicimos una casa con su sofá, su tele, su cocina y su perro azul con tres patas y la cabeza más gorda que el cuerpo.

 

Luego nos bajamos a ver los dibus. Recalenté arroz con pollo que tenía en un tupper y cenamos. Decidimos por unanimidad subir al baño y jugaron con el agua hasta que se enfrió. Nos pusimos el pijama y nos metimos los tres en la cama del Rubio para contar un cuento. En el cuento, el tiburón simplón tiene muchos amigos y para cada uno puse una voz divertida distinta. Rieron hasta que se les saltaron las lágrimas.

 

El Mayor se fue a su cama y yo le arropé. –Mamá, este ha sido mi mejor día-Pues si, ni ha bajado la prima de riesgo, ni me ha tocado la lotería, ni he acabado todas las tareas de casa, ni me he sentido plena y realizada como mujer. He saludado a un árbol, he hecho spaghetti de plastilina y he hablado con la voz de un pez globo. Ha sido mi mejor día.

 

El camino del ninjutsu no es sencillo joven guerrero, está plagado de obstáculos, de incertidumbre y de dolor.

 

A este mundo hemos venido a sufrir, así que cuanto antes lo aceptemos mejor nos irá. Es lo que tiene haber elegido la tradición judeo-cristiana y meternos en la Europa del euro. Ajo y agua.

 

Llevada por la corriente de la aceptación del sufrimiento y decidida a sobrepasar mis límites en plan Marina Abramovic, me he sometido, no una, sino dos veces, a experiencias extremas que ponen a prueba la capacidad humana y su umbral del dolor. La primera fue cuando decidí volver a ponerme el corrector dental con 30 años, pese a haber llevado ya los dichosos braquetts durante dos años cuando tenía 15. La segunda, volver a encarar la maldita elección del colegio.

 

Resulta (de que) este verano nos cambiamos de casa. Por si hacer una mudanza no fuera ya bastante sufrimiento, debemos también mudar a los niños de colegio porque el actual nos pilla demasiado lejos de la casa nueva. A priori este cambio suscitó en mi una serie de ideas esperanzadoras y positivas traídas por el hecho de que se me daba una segunda oportunidad para enmendar mi error de elegir un colegio concertado y poder por fin optar a uno público, con las ventajas que eso tendría para mi recién adquirida conciencia social y para, por que no decirlo, mi bolsillo.

 

Ni corta ni perezosa, localicé el colegio público mas cercano a mi nuevo domicilio y el Google maps tomó por mi la decisión que hacía tres años tanto me había costado tomar. Ya está, ya tenemos cole, ahora a esperar a que se abra el plazo. Y silbando alegremente me serví un gin tonic.

 

Días después, en una conversación en el trabajo salió a relucir un concepto que hasta entonces me era ajeno: la zona única. Al parecer, las mentes pensantes de la comunidad de Madrid han decidido que este curso cualquier persona, humana o no, habitante de esta nuestra comunidad autónoma, puede optar a cualquier centro escolar que le parezca independientemente de si vive o no en ese municipio. Lo que mas puntos da es tener hermanos en el centro. Osea, que si una familia de Aranjuez ha metido ya a un hijo suyo en el colegio que está a tres minutos de mi casa, el segundo hijo que pretendan meter tendrá seis puntos más que el mío. Muy lógico y muy normal todo.

 

A partir de ahí empezaron los sudores fríos y las pesadillas. ¿Y si entra uno de los niños y el otro no? Porque el Rubio empieza con tres años, y para eso hay más plazas a priori, pero el Mayor entra en primero de primaria, y ahí no salen tantas plazas. Como llegue alguno que ya tenga al hermano dentro tenemos un problema. Y si te quedas sin plaza la comisión de escolarización te manda donde le parece, y a lo mejor le parece mandarnos a Aranjuez (que viendo cómo piensan no sería descabellado en absoluto) o lo que es peor, a las monjas.

 

Desde entonces vivo sin vivir en mí y muero por que no muero. Diariamente consulto el portal de educación de la Comunidad de Madrid y me dejo medio sueldo llamando al 012 para saber la fecha de las inscripciones. Nadie sabe nada. No hay una fecha fija, varía cada año dependiendo de la Semana Santa, el índice Nikkei, la alineación de los astros y el ciclo menstrual de Lucía Figar. Los colegios tampoco saben nada, y me tienen ya aborrecida de tanto que llamo para que me dejen ir a las jornadas de puertas abiertas. Tengo que visitar varios coles en previsión de que no me den el que solicito como primera opción, y teniendo en cuenta que puede ser cualquier cole he entrado en un bucle infernal de llamadas, visitas de páginas web y consultas en foros. Se me están acabando la paciencia y la medicación.

 

P.D.- Recomiendo la lectura de este post de la madre del gremlim, genial como siempre.

 

P.D.2.-  Eso de que no se sabe la fecha de la inscripción de alumnos no es del todo correcto. Ni la consejería ni los colegios lo saben, pero por lo que parece esta revista digital si lo sabe, aunque dice alguna cosa rara. ¿Será una filtración o yo ya lo estoy flipando mucho?  Me voy a poner otro gin tonic.

De los creadores de “mi madre me enseña poesías guarras” y “mi madre piensa que estás muy gorda 2” llega una nueva humillación ante personas desconocidas.

 

Exterior. Día. Una madre Ninja sale da la biblioteca municipal pastoreando a sus dos criaturas. Carga con un total de ocho libros y maldice el día aciago en el que la bibliotecaria, tan maja ella, le dijo al Mayor que si quería sacarse él también el carnet y así podrían sacar el doble de libros. El Mayor, que solo tiene cinco años, confunde cantidades y volúmenes y no solo saca cuatro libros más, sino que saca los cuatro más gordos que ha podido encontrar.

 

La plaza que hay ante la biblioteca se ha convertido en el nuevo skate-park del pueblo, y los chavales hacen alarde de habilidad doble con el monopatín; dan saltos sobre las tablas mientras consiguen que no se les caigan los pantalones. (Momento para una nota mental: eres vieja, criticas a los chavales del culo cagao, estás acabada). El Rubio, de natural inclinación hacia la rebeldía y el deporte de riesgo, se acerca a un chico que ha hecho una parada para recuperar fuerzas; por lo visto los porros son mejor que el isostar (sigues cavando tu propia tumba, viejuna) y dado que se encuentra algo relajado, no se percata de que el Rubio se ha subido en el monopatín y trata de huir. La madre Ninja, hábil y rápida como sólo una madre Ninja puede serlo, engancha al Rubio del pescuezo y devuelve el monopatín a su dueño con una patadita. Una pelea con un skater fumado no es la mejor manera de pasar una tarde en familia.

 

Mientras, al otro lado de la plaza, El Mayor parece haber entablado conversación con un señor que pasea a su perro. El señor, algo regordete, algo calvo, de mediada edad, pasea a un Yorkshire miniatura con un kiki y un lacito en la cabeza (el perro, no el señor, que ya sólo le faltaba eso). Cuando la Madre Ninja se acerca puede escuchar la conversación:

 

            - Mayor: Tu perro lleva un lazo rosa

            - Señor: Si, es que le gusta ponerse lazos, y si no se lo pongo, se enfada

            - Mayor: Pues no debería mandarte tu perro

            - Señor: Ya, es que no me hace caso y siempre hace lo que quiere

            - Mayor: Eso es porque no le tratas como tiene que ser. Los perros sólo entienden la fuerza. Mi madre siempre usa la fuerza con mi perro y el perro hace lo que ella dice.

 

La cara del señor se vuelve hacia la maltratadora de animales que carga en un brazo con ocho libros infantiles y con el otro arrastra a un niño rubio de tres años que berrea que quiere un monopatín. La supuesta maltratadora de animales tiene que hacerle ver al buen señor que lo que su hijo llama “la fuerza” es decir de manera contundente “Don,abajo” para que el perro se baje del sofá y no, como el se había imaginado, sacudir al perro como a una estera. Con todo y con eso como excusatio non petita, accusatio manifesta, el señor se va con la sombra de la duda; porque si una madre tiene la fuerza suficiente para cargar con una pila de libros y arrastrar a una criatura sin duda puede emplearla libremente para maltratar a un perro. Lo que el señor no sabe es que esta es una Madre Ninja y que todo gran poder conlleva una gran responsabilidad.

 

Pd.- ningún animal fue maltratado durante el rodaje de este post.