El guerrero Ninja valora en
todo momento el territorio en el que se encuentra. Conoce sus debilidades y
sabe si el entorno le acompaña o no.
Cuando la Madre Ninja sale a luchar en
campo abierto debe evaluar la hostilidad del terreno y las posibilidades que
tiene de salir victoriosa. Para mí, uno de los territorios mas hostiles es la
playa.
Yo soy de Madrid, y aquí,
por mucho que se empeñen en llamarle playa a orillas de ríos o a piscinas naturales,
no hay playa. Que no hay playa señores, vale ya de dar por saco, que no pasa
nada por no tener playa, que hartura. Toda esa gente que se pone romántica en
plan “ ah!, me encanta el olor a mar, esa sensación de salitre en la piel,
mirar al horizonte al atardecer…” Los cojones. Es bajarse del coche nada mas
llegar a la playa y recibir un puñetazo en toda la cara de la humedad, por no
hablar del dichoso salitre, todo el día pegajosa. Y qué decir de la arena, que
no se como se las arregla para que sigas encontrando granitos un mes después de
haber vuelto a casa; por si no lo habían pensado hay una razón por la que los
ricos y famosos se bañan desde los yates y no pisan la playa, y no es por los
paparazzi.
Para mi desgracia a los
niños les encanta la playa, y como buena Madre Ninja yo se sufrir sin quejarme, así que preparamos
un equipaje que parece la intendencia del desembarco de Normandía y a sufrir.
Esta última estancia en la playa hemos cargado cada día con: Una sombrilla, una
bolsa con toallas, tres bañadores de recambio para cada uno, esterillas, dos
cubos, dos palas, dos rastrillos, dos camioncitos y dos regaderitas exactamente
iguales (y aún así se peleaban), una mochila nevera con agua, cerveza, fiambre,
petit-suisse de apretar ( gracias, señor del Mercadona), dos barras de pan, una
bolsa de patatas fritas, una cometa y una bolsa de deporte con un par de
neoprenos, tubos, máscaras y aletas que mi Samurai se ha empeñado en llevar
cada día “ para hacer snorkel”, cosa que por supuesto
no hemos hecho en ningún momento. Eso para empezar, a las diez de la mañana.
Aquí me gustaría a mi ver a la romántica del olor a mar, ella tan mona que va a
la playa con su capazo chic, su pareíto y su revistita.
Llegamos, descargamos,
montamos el campamento y yo me unto de crema factor 50 en un alarde de
contorsionismo para evitar que me caiga arena en la piel pegajosa y acabe como
una croqueta (que ilusa soy a veces), y después persigo a los insurrectos para
untarles también, que es un nuevo deporte mezcla de paintball y duathlón porque
combina disparo de crema con carrera y natación.
Una vez colocado todo,
vuelvo a sacudir las toallas que ya están hasta arriba de arena y establecemos
turnos de baño y vigilancia del campamento hasta la hora de comer. Hoy tenemos
bocadillo de queso y arena o de jamón con tomate y arena, a elegir. De postre
hay helado crocanti de arena. Y si te va el vicio, como al Rubio, pues llenas
el cubo de agua y arena y te lo vas comiendo con la pala. Ya he comentado
anteriormente lo bueno para el tránsito intestinal que es comer arena, ¿no?
Cuando la tarde ya va
avanzando y yo llego al límite de mi resistencia levantamos el campamento y nos
volvemos a la casa. Una de las mejores cosas que tiene la playa es que los
niños acaban reventaos, lo de saltar olas se lo debió inventar una madre para
tener a los chavales dando botes cuatro horas seguidas sin quejarse. Así que,
en cuanto llegan, se duchan y cenan los tienes listos para dormir doce horas
del tirón, horas necesarias también para el descanso de la Madre Ninja , porque mañana, del
día D a la hora H volveremos a tomar la playa, y muchos morirán antes de
alcanzar la orilla.
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comentarios
Comments ( 6 )
¡Otra madre piscinera! Ainsss, si es que no sabéis disfrutar en condiciones de la playa.
Yo con niño y bártulos sigo siendo romántica del olor a mar y el salitre, qué quieres que te diga.
Y que no. Que no me convencéis de lo contrario...
Ay, me parto!!!! XD Yo no lo hubiera dicho mejor. Suscribo todo al 100 %. En mi caso, jamás olvidare el día en que a mi Samurai particular se le cayó la niña con 8 meses en toda la arena nada más llegar a una idílica playa de esas que no tienen ni una triste ducha, aunque sea de las bajas para los pies, donde poder quitar a la pobre cría la arena de los ojos y el oído. Se puede pedir más a un entrañable día de playa en familia?? Aún así, ya estamos preparando los innumerables bartulos para pasar unos apacibles días de arena y sal ;-)
Maria, yo antes también era una romántica, de las del pareíto y el capazo a la playa. Pero ha sido parir dos veces,hechar tripa blandiblú y volverme alérgica a la arena, ¡que vida esta!
¡Pasad muy buenas vacaciones Patricia! Un descansito ya os tocaba. Nos vemos a la vuelta!
Otra madre piscinera, oleeeee
suscribo todo lo que dices en el post. Yo también era de las que estaba deseando las vacaciones para ir a la playa, y pasar unas horillas al sol, pero cuando tienes peques... la cosa cambia drásticamente, y empiezas a plantearte alternativas.
La playa siempre será idílica para mi, pero nada práctica.
Acabo de descubrir tu blog y, claro está, voy un poco rezagada..
Yo vivo en un pueblo con mar (a lo canción de Sabina) y a solo 5 calles de la playa.. Sí, me encanta el mar, los paseos por la arena y los idílicos atardeceres.. Hasta que este verano tuve que sufrir ir sola a la playa, con un niño de casi 3 años y un barrigón de seis meses. ..
Sólo decir que las 5 calles de vuelta me costaron hora y media! Sin exagerar! Ese día decidí que la playa siempre será un sitio para ir en pareja; así mientras yo cargo con toallas, flotador, palas, cubos... el Samurai puede placar a la pequeña fiera y cargar con él cual fardo..
Bendito sea el polideportivo municipal y su piscina infantil!!!!