Cae la tarde y el guerreo
Ninja bordea los muros del castillo de Edo. Tiene órdenes directas del shogun
de vigilar oculto el acceso norte, esperan una incursión de los espías del clan
Tokugawa. En ese momento nota que ha comenzado a llover, sin duda, la lluvia lo
va a poner todo mas difícil.
Ahora, un fin de semana
consta de dos días, con sus 24 horas cada día, que se hacen interminables si
los chavales no pueden salir a quemar la energía sobrehumana que les dan los
chococrispis.
En realidad, empieza el
viernes por la tarde, cuando dan las cuatro, llueve a cántaros y hay que recoger
a los niños del colegio. Por supuesto tienes que ir en coche, tu y todos seres
susceptibles de recoger niños, que, como es viernes, suelen ser los padres, los
abuelos, los tíos de cuenca y la au-pair austriaca, lo que viene a ser el grupo
medio de 8 personas por niño cada uno con su propio coche. Y se monta el
atasco, claro. Tanto en el poco hueco que hay para aparcar como en las entradas
del colegio o en las colas para recoger al niño, que se hacen eternas, porque
tanto padres como abuelos como tíos que ha ido emocionados a recoger al niño a
clase quieren saber con pelos y señales que ha hecho, que ha comido y si por
fin ha descubierto la vacuna contra el cáncer que ellos ya lo sabían, que su niño
es muy listo. Y que estén los antidisturbios soltando ostias en la plaza de
Neptuno y no haya ni un mísero destacamento libre para desalojar estos
pasillos….
Cuando por fin consigues a
tus niños o a unos que se les parecen bastante (no me voy a poner exigente, a
mi dame a unos niños y déjame salir de aquí) llega el festival de la risa y la
diversión. Hay que alcanzar el coche, que está donde Cristo perdió el mechero,
mientras llueve a mares y arrastras a dos niños, cada uno con su paraguas (en
el del rubio van prendidos varios ojos de compañeros) pero sin botas de agua
por una suerte de aparcamiento que en realidad es un campo sin asfaltar y que
se ha convertido en un lodazal. A tu lado van cayendo madres menos entrenadas
mientras tu instas a tus hijos a que sigan avanzando sin tropezarse con los
caídos “vamos chicos, estamos muy cerca, un poco mas deprisa”. Es inútil. Darle
a un niño de dos años un paraguas y pretender que camine deprisa es como
ponerle a Letizia un plato de cocido y esperar a que se lo termine.
Desesperante.
A lo lejos vislumbro mi
coche. Veo a una madre que, aunque ya ha conseguido alcanzar el suyo, está de
pie junto a la puerta trasera abierta porque su hijo pequeño berrea agarrado al
paraguas que no quiere soltar mientras el mayor salta en un charco con las
zapatillas de deporte que seguramente eran nuevas. Tiene la cara empapada y por
eso no veo sus lágrimas, y, aunque me suplica con los ojos que la atropelle y
termine de una vez con su sufrimiento yo solo escucho a mi instinto de supervivencia
y llego por fin al coche. La suerte me sonríe y encuentro las llaves en el
bolso a la primera. Lanzo al Rubio al interior y le abrocho el cinturón rápido mientras
le grito al Mayor que le estoy viendo y que se aleje inmediatamente de ese
charco. Por fin, los tres en el coche, pongo la calefacción para secarme el
pelo y Eskorbuto a toda tralla para
salir de ese infierno usando una conducción peligrosa e irresponsable. Estoy
mojada pero viva, necesito todas mis fuerzas porque se acerca un fin de semana
muy complicado.
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comentarios
Comments ( 7 )
Querida Madre Ninja, dos puntos:
Le escribo estas letras para indicarle que la lluvia es buena para crecer. No sólo la necesitan las plantas sino también los niños. ¿No ha visto usted lo bien que se lo pasan debajo del diluvio, con paragüas que no tapan nada, con botas -si vas prevenida, claro- para saltar en los charcos, y chaquetas empapadas a partes iguales de sudor y agua de lluvia?
Las madres somos una especie rara de narices. Fíjese usted, que el día anterior al diluvio, -que también tuvimos por esta zona, con viento para más fastidio-, me fuí a alisar el pelo. No hace falta que le diga que fue como si hubiera tirado el dinero a la basura. Además de quedarme empapada, maldito paragüas que no sirvió para el agua, mi pelo volvió a lucir como la melena de un león.
Esto, que me voy por las ramas de ese árbol que no contuvo el agua...
Los fines de semana encerrados en casa son horribles con niños pequeños, se aburren, en eso si se parecen a las plantas, que necesitan del exterior para poder "vivir". Espero que no haya ido a más, y que hayáis podido disfrutar de este largo fin de semana.
Besos
Yo creo que los antidisturbios de Neptuno pasaron primero por vuestro cole, vieron el pèrcal y no lo superaron, a consecuencia de lo cual enloquecieron y marcharon a sus puestos de trabajo totalmente trastornados, así pasó lo que pasó... ver a un niño de dos años, cuya identidad ni su misma madre puede confirmar, portando un paraguas rodeado ojos ensartados y a la Madre Ninja conduciendo con los Eskorbuto a toda caña, tiene que llegar a ser muy traumático... :O
Eres genial Blanca!! :D :D :D
La lluvia es buena para la naturaleza pero es un enemigo de las madres,al mismo nivel que el cambio horario o los mocos permanentes. El fin de semana me deparo cosas igual de apasionantes,próximamente en este blog. ;)
Yo, el próximo día que haya manifestación me meto en todo el lío conduciendo con Eskorbuto a toda leche y en el peor momento lanzo al Rubio con el paraguas. Se acaban los antidisturbios,los violentos y la madre que los parió! Jajaja, gracias por comentar!!
Jajajaja!! De verdad que llevo y todo el día acordándome de tu entrada y riéndome imaginándome el panorama... Tienes que pasarlo pipa escribiendo estas cosas, con tu permiso voy a compartirlo en el feisbu"
Me parto, me libré el viernes de recogerles, pero es que los viernes se montán pero bien, y ya con lluvia... Los niños mojados después del cole tienen un olor especial, huelen a niño de cole mojado, algo así como les pasa a los perros, no sé explicarlo pero me imagino que me entenderéis.
Saludos.
Hola guapa!
Pues sí, todo se complica cuando aparece la lluvia!
Te dejado un premio en mi blog! ;)
Un beso y feliz dia!