El guerrero Ninja es
solitario, pero debe aprender a integrarse en la sociedad, para pasar
desapercibido.
A mi no, a mi me va el
mambo, que le voy a hacer. Es culpa del maldito Internet y de las miles de
fotos preciosísimas de fiestas preciosísimas con mesas preciosísimas cuajadas
de chuches preciosísimas. Y claro, llega el Halloween, que no he celebrado en
mi puñetera vida, pero desde hace tres meses me van bombardeando con manualidades,
disfraces y decoraciones de Halloween y yo caigo como una pardilla. Y venga,
fiesta de Halloween, en mi casa, claro, que la de la idea he sido yo. Y nada,
coloco las decoraciones que he impreso y recortado yo misma, arreglo una mesa
con sus chuches en botecitos de cristal y sus cartelitos, me disfrazo y engaño
a mis amigas para que traigan a los niños por el barrio a hacer lo del truco o
trato (habría que hablar de esta traducción, perpetrada seguramente por los
traductores de alguna peli del los ochenta). Y mis amigas, que practican mi misma
religión, la que nos obliga al consumo mínimo de una copa por semana, se
vienen para casa con niños y maridos y se lía. Pero claro, después de convencer
a cuatro viejos de que salgan a dar caramelos a los niños (caramelos que
llevaba YO, y que les cedía a ellos para que los repartieran llevándose toda la
gloria) y de que uno de ellos nos amenazara directamente enseñando el puño por
la ventana, lo mínimo era tomarse un gintonic o dos. Balance de la noche del
miércoles: cuatro cervezas, dos gintonics ,un millón de chuches y un espidifén.
El jueves, aprovechamos el
día festivo para quedar con la familia, que es una cosa que está muy bien y que
es muy bonita. Mi familia materna, con mi abuela al frente, son manchegos y
practican muy activamente la religión de las copas, con una mención especial a
mi tío Alejandro, que ha entregado de manera altruista su tiempo y su
dedicación a la noble causa del Larios con tónica. Y para no beber con el
estómago vacío, especialidades de la tierra; ajopringue, gazpachos manchegos y
atascaburras (es un plato típico de Riopar que nadie se debería morir sin decir
que lo ha comido), con lo que a la comida del jueves fui yo sola y volvimos mi
culo con un par de kilos de más y yo.
Pero como al día festivo le quedaban horas y hay
que aprovechar el tiempo o no eres Ninja ni eres nada, a las seis nos fuimos a
un cumple a casa de unos amigos. Llegamos tarde, con un gintonic por montera, y
a mi el atascaburras empezaba a rebelárseme en el estómago; así que nada como
matarlo a vinos. Cuando me quise dar cuenta, en el cumple solo estábamos ya los
irreductibles del parque, los que estamos entrenados para las peores
situaciones, los que pillamos siempre el banco de sombra, los que somos capaces
de localizar en segundos a cualquiera de nuestros niños, los que siempre nos
vamos los últimos de los cumpleaños. Y acabamos donde se acaban todas las
fiestas, en la cocina exprimiendo algunos la botella de bulldog y otros una
bolsa de ganchitos por dentro de una camiseta que alguien llevaba puesta.
Balance del jueves: Cerveza, vino (no puedo precisar cuanto) dos platos de
gazpachos manchegos, atascaburras, tres gintonics, varias medias noches de
jamón, vino, otro gin tonic, un alka-setzer y un espidifén.
El viernes nos cogimos el
día en el trabajo para hacer obra en casa y acordamos con un amigo la
instalación de una puerta con su perfil de pladur incluido a cambio de dos
kilos de carne de buey y dos botellas de vino. Y como no se puede trabajar con
el estómago vacío, primero nos comimos las carne, nos bebimos el vino, nos
tomamos otro gin tonic y luego los hombres se escaquearon con la excusa de
poner la puerta dejándome a mí, digamos que no en uno de mis mejores momentos,
con cuatro niños de entre dos y cinco años, dos míos y dos de nuestro amigo. Y
las criaturas, que son muy listas, me convencieron para pintar un mural en
papel continuo con témperas que empezó como un proyecto de pinturas rupestres y
acabó como el rosario de la aurora. Para vuestra información os diré que la
témpera se va relativamente bien de la cara con toallitas, que para sacarla del
pelo y las cejas hay que recurrir al agua y al jabón, que de la ropa hay que
lavarla con agua caliente y que del parquet no sale. Del resto de la tarde
tengo lagunas; se que conseguí que cenaran puré de verduras los cuatro, creo
que se sentían culpables por la que me montaron con las témperas, y luego les
puse una peli en el sofá y me dormí con el cuello en posición inverosímil.
Cuando me despertaron los aguerridos obreros eran más de las diez de la noche,
los niños estaban dando botes en el sofá a mi alrededor y yo tenía el cuello
como de escayola. Balance del viernes: Cerveza, dos kilos de carne, vino, un
gin tonic, un alka-seltzer, un espidifén y un myolastán.
El sábado planeábamos un día
tranquilo, pero por supuesto la cosa se fue al garete. Decidimos ir al cine con
toda la tropa, pero, seamos sinceros, si vas a ver Hotel Transilvania y vas a
pagar 8,70 euracos por barba lo mejor es que vaya el número indispensable de
gente, esto es, cinco niños y dos adultos. Lo que ocurre es que el plan no era
muy original para ser sábado y estar lloviendo y por supuesto, cuando llegamos
al cine no había entradas, así que nos fuimos directos al segundo lugar mas
lleno de niños de la zona, el macdonalls, en el que no solo había un millón de
niños chillando y sudando de manera que al entrar en el recinto recibía uno un
puñetazo en el oído y una patada en el olfato; también tuvimos la suerte de que
el ese momento se estaba celebrando allí un bautizo gitano-rumano, con sus
señoras apretadas, sus dientes dorados y sus niños cargados de oros y
floripondios. Con semejante panorama hice lo que hubiera hecho cualquier mujer
de bien: tomarme dos cervezas. Cuando llegamos al límite de nuestras fuerzas y
de nuestra cordura nos volvimos para casa con toda la prole propia y ajena. Los
padres de los niños a los que tuvimos a bien descargar un poco de energía en el
macdonalls nos lo agradecieron trayendo a casa un carrito del Aldi de enfrente
lleno a rebosar para hacernos la cena. No faltaba más que invitar a los rumanos
del bautizo. Balance del sábado: Cerveza, vino, aceitunas, patatas, solomillo
con salsa roquefort, ensalada, dalkys de chocolate y nata, chuches sobrantes
del Halloween, dos gintonics, un alka-seltzer, un espidifén y un lexatín de
1,5.
Todo esto en cuatro días de
puente. Ayer llegué al curro y besé el suelo como el Papa; a las tres no me
sacaban de aquí ni tirando de mi los de seguridad. Hasta hace un rato estaba
tranquila y feliz en mi despachito, con mi ordenador, mi cafelito, mi silencio;
y me llama una compañera y me pregunta “¿ya tienes claras las fechas para las
vacaciones de Navidad?” Me ha invadido
el terror.
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comentarios
Comments ( 12 )
Jajajaja, pero que burra eres!! Cómo se te ocurre "aprovechar" al máximo todos estos días! Los niños se lo habrán pasado en grande estos días, pero sí, la vuelta a la rutina del trabajo, a veces, es gratificante.
Tendrás que ahorrar en espidifenes y alkaseltzeres ;)
Joder nena, vete ahorrando, porque con tanta ingesta medicamentosa, ahora con el euro por receta te vas a arruinar!
jajajajaja!!! es que no puedo contigo!! cómo puedes seguir ese ritmo por Dios!!!!????
Yo en tu lugar ya estaría en coma profundo...
Un besooo!
Jajaja, me encanto lo de : "lo que toda mujer de bien haria: tomarme una cerveza"!! Tus hijos deben ser terribles, xq te has tomado sus buenos farmcos pero seguias "en actividad" jajaja,
Besos,
Es que me lío,me lío y cuando me doy cuenta llevo un gintonic en cada mano!!y los tengo que aprovechar
Besos
Y la ginebra que tampoco baja de precio,ruina total
Es por la medicación, soy como la Mike Jagger de las madres
Mis hijos se aprovechan de mi debilidad,si no es por la química no se qué sería de mi.
Un beso y gracias por comentar
Vivan los gin tonics Blanca!!! de verdad que no sé como has podido aguantar el ritmo, eso si, recuerda que las mezclas son malas, si empiezas con cerveza, sigue con cerveza, aunque te bebas 200. No me extraña que no quisieras salir de la oficina ni con agua caliente jajaja. Un besazo enorme!
hummm... GT... mi tesoroooo! Ay madre, como lo echo de menos! Te cambio dos GT y un cuello roto por cuatro horas de lactancia!
(mi compañera decía el año pasado que con tanto chandal y tanto oro no estábamos en el Junquillo, sino en la Villa Olímpica)
Tres cuartos de hora, es mi última oferta!
Por el amor de Dior, Solomillito, hay que quedar y tomarse unos gintonics en cuanto acabes la lactancia, que si no le vas a pasar a la Rana toda la ginebra y va a acabar la pobre peor que la niña rumana del bautizo, que me llevaba la criatura un floripondio más grande que su cabeza.
Madre del amor hermoso, tú despues de ese puente no tienes sangre, tienes alcohooool!!!!! Yo como solomillito hace tanto qeu no pruebo un GT que cuando lo haga sólo con un sorbo ya voy a ir pedo toda la noche!!
Por cierto, el atascaburras como dices hay que probarlo, eso si hay que meterse un omeoprazol antes para no morir :)