Un guerrero Ninja ha de estar entrenado para la
sobrevivir en cualquier condición y sea cual sea su estado de salud.
Estoy constipada, buy
condsdipada. El aire me entra solo por uno de los orificios nasales y en forma
de un hilo tan fino que tengo que respirar por la boca, algo que sin duda ha
favorecido el dolor de garganta que desde esta mañana de me alegra el martes.
En condiciones normales, yo, que soy drogadicta, ya me habría enchufado media
caja de frenadol y varios ibuprofenos, pero no vivo en condiciones normales.
Lamentablemente mi afición a los fármacos y mi embarazo son incompatibles. No
hay prácticamente nada que me pueda tomar, y aunque ayer traté de darle mucha
pena al médico de mi curro (más conocido como el Doctor Pelucas) no conseguí
sacarle mas allá de una receta de paracetamol, ni un mísero spray nasal, nada.
Estoy segura de que hay un
millón de cosas homeopáticas que me puedo tomar, bien, me las puedo tomar, pero
eso no quiere decir que vayan a funcionar. En realidad no hay tantos remedios
naturales que te puedas tomar, he leído últimamente que el exceso de vitamina C
es malo durante el embarazo, así que ni eso.
Por las mañanas me levanto,
después de que prácticamente no he pegado ojo por el molesto problemilla que
supone no poder respirar, me tomo un tan inocuo como inútil té con miel y me
arrastro al trabajo haciendo un homenaje a Walking Dead. Tengo que ir porque a
algún lumbreras se le ocurrió que, para evitar que los funcionarios nos
fuguemos a las Bahamas cada quince días a pulirnos nuestros fastuosos sueldos,
lo mejor sería que cualquier falta, justificada o no, conlleve la pérdida del
50 % del sueldo del día. Cuando llego, con los ojos vidriosos y la piel bajo la
nariz en carne viva, hay una horda de niños de primaria que han venido con el
único propósito de chillar tanto que logremos establecer dónde está el umbral
del dolor en una persona con jaqueca provocada por la congestión, no en vano
esto es un organismo público de investigación.
Al final de mi jornada
laboral, me meto en el cercanías y caigo en coma profundo hasta la estación de
Las Matas. Si no fuera porque el revisor suele pasar a esa altura yo estaría
escribiendo esto ahora mismo desde Ávila. Recojo a los niños y me acurruco en el
sofá entrando en un estado prácticamente vegetativo. Entre la neblina de mi
mente acierto a ver toda suerte de cosas voladoras, desde patadas a trozos de
mortadela con aceitunas o un perro salchicha enviado a propulsión en uno de los
números estrella del “Afro Circo” nuestro nuevo juego favorito. Los muy mamones
hasta le han hecho un casco con papel de plata.
En torno a las siete y media
de la tarde consiguen que me incorpore haciendo uso de una frase que ninguna
madre puede ignorar: “tengo hambre”. Abro la nevera y saco el tupper de arroz
blanco del que llevamos tres días viviendo, mierda, no hay tomate. Consigo a
duras penas hace una tortilla francesa cuando oigo abrirse la puerta y veo
entrar al Samurai en medio de un rompimiento de gloria y rodeado de ángeles
trompetistas y querubines en pelotas. Farfullo algo así como “ beboyadormir
cadiño bañaniños dequiedobucho” y me meto en la cama vestida con un chándal de
felpa y un forro polar. Hoy he logrado sobrevivir, pero el mañana es incierto,
lo mejor será que me pille con, al menos, un par de horas de sueño.
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