Hay cosas, joven guerrero ninja, que son tan inevitables como la salida
del sol. Solo has de esperar a que sucedan.
Toda madre de uno o más especímenes humanos con picha sabe que tarde o
temprano acabaran con uno de sus miembros escayolados. No me entiendan mal, los
especímenes humanos sin picha también tienen bastantes opciones de dejarse su
primera dentición contra un bordillo o fracturarse un brazo por varios sitios
en cualquiera de nuestros parques y jardines, pero los chavales, no sé si por
condicionamiento social o por su mala cabeza heredada tras cientos de miles de
años de hacer el cabra subidos a una roca o corriendo detrás de un mamut,
tienen cierta tendencia a quedarse incrustados en esquinas, troncos de árboles,
o columpios varios. Lo llevan escrito en la cara, sobre todo algunos de ellos.
En el museo, cuando hablamos del yeso a un grupo de alumnos de primaria siempre
pongo el ejemplo de que sirve, entre otras cosas, para inmovilizar los brazos o
piernas tras una rotura. Y siempre hay uno de los chavales, mirándome bajo su
flequillo y sonriendo con su diente partido, al que le pregunto "¿a que a
ti te han puesto alguna vez una escayola? " y la respuesta suele ser el número
de veces que se la han puesto. Nunca menos de dos.
Y una madre sabe que tarde o temprano esto ocurrirá, no solo porque se lo
diga su sexto sentido, sino porque les ha visto jugar al fútbol en el parque.
En mi caso el sexto sentido me fallo a medias, porque yo hubiera apostado mi
mano derecha a que el primer escayolado iba a ser el Rubio, y no. El Mayor ha
dado la sorpresa y porta orgulloso una férula inmovilizadora tras hacerse una
fisura en el radio izquierdo. Tres semanas.
En realidad la caída fue una cosa muy tonta. Iba corriendo y se cayó, sin más.
Pero desde el asesinato de Francisco Fernando de Austria que provoco la Primera
Guerra Mundial, nunca un hecho puntual aislado había provocado tan magna
tragedia. Al levantarse del suelo y notar el dolor en el brazo, la primera cosa
que vino a su mente fue lo lógico, lo que se le hubiera ocurrido a cualquier
funcionario que se precie: ¿Mañana voy a ir al cole? Y yo, que no veía que el
hueso se le saliera de la muñeca precisamente le confirmé que sí, que al cole
de cabeza. Esta noticia devastadora, unida al hecho de que debía dolerle la
mano y de que vio cómo, además, se había raspado medio milímetro en un dedo,
fueron suficientes para desplegar todas sus dotes de actor shakesperiano
mezcladas con toques de plañidera griega con pañoleta negra.
Pero claro, yo esa peli ya la he visto muchas veces y no me la trago tan fácilmente,
así que mientras el berreaba que no quería que le amputaran el brazo en mitad
del parque, yo le senté en un banco y le di un zumo pese a que el clamara por
morfina. Tras diez minutos de berridos, hipidos y declaraciones dramáticas del
tipo: Mamá, ¿crees que me voy a morir?; empecé a notar, como cuchillos clavados
en mi espalda, las miradas de las otras madres, que pensaban sin duda que cómo
esa monstrua capaz de dejar a su hijo sin atención médica está dispuesta a
traer a otra criatura al mundo para dejarla igual de desatendida o más.
Venga, vale, cojo al herido, al Rubio, sus mochilas, sus abrigos, el
patinete, la pelota de fútbol y a mi panza de 35 semanas y nos vamos al centro
de salud. Allí, pese a que Sir Laurence Olivier junior entró al grito de "
no quiero que me corten el brazo, Mamá por favor", se encontró en la sala
de espera con un compañero de clase y ni corto ni perezoso se lanzó al suelo a
jugar con los tazos. Y yo, que quieren que les diga, si no le duele para jugar
a los tazos no me voy a pasar dos horas en una sala de espera, así que me lo
llevé a casa sin ningún tipo de remordimiento. Ni mijita.
Eso ya me vino por la mañana cuando al tratar de coger la taza con la mano
izquierda hizo un gesto de dolor; me costó un poco al principio reconocerlo
porque era dolor real, y de eso el Mayor gasta poco, pero fue suficiente para
hacerme ir a urgencias con él y pasarnos la mañana entre rayos y traumatología
con el resultado de un brazo vendado, un niño triunfante y una madre con
complejo de culpa. Y tres semanas de vendaje, en el que aparte de llevar su
triunfo sobre mi desconfianza, el niño lleva toda la mierda del mundo y parte
de la de los planetas más cercanos. Tanto que este va a ser el segundo martes
que le voy a llevar a que le cambien el vendaje haciéndome la lerda como si
pensara que ya es la fecha que me dieron para quitárselo. Afortunadamente con
el embarazo todo se me perdona
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Hace dos semanas que quería escribir esta entrada. En realidad hace dos semanas que tenía que escribir algo, y no he sido capaz de sentarme. A priori quería escribir algo divertido, pero no me acaba de salir. Lo que me sale es esto, la historia de cómo, en cuestión de un mes, pasé de ser una simple madre nueva en un colegio a uno de los personajes más increpados y perseguidos por un cierto grupo de padres. Y todo esto con un bombo de ocho meses, si eso no es que te vaya la marcha, que bajen Dos y lo vean.
Todo empezó con el polémico tema de todos los meses de enero en todos los colegios públicos de la Counidad de Madrid: el cambio de jornada escolar. Para aquellos ( no se si muchos) que no sepan de que va el tema resumiré que de unos años a esta parte, la consejeria de educación está facilitando cada vez más, en aras de la siempre traída y llevada libertad de elección de los padres, que el los colegios públicos ( ojo, públicos, no hay ni un solo concertado o privado en los que ocurra esto) puedan cambiar su jornada partida, que era la de toda la vida y que consistía en tener clase de 9:00 a 11:00, luego un recreo hasta las 11:30, después otra clase de 11:30 a 12:30, dos horas para comer, en casa o en el comedor, y de nuevo clases por la tarde de 14:30 a 16:00; a otra llamada jornada continua en la que hay clases de 9:00 a 14:00 con una única pausa de 30 minutos a las 12:00.
Ventajas e inconvenientes de las dos se desgranan en interminables conversaciones, artículos de prensa y blogs a favor o en contra. A priori los que están a favor son el profesorado, que vería cómo su jornada se racionaliza de tal modo que no tienen dos horas de pausa para comer y se pueden ir a casa antes; así como los padres que no usan el comedor y que no tienen que das dos " paseos" de casa al colegio para llevarse a sus hijos a comer. Del otro lado, están los padres que trabajan, cuyas jornadas no se ajustan de ninguna manera a la de los niños y que ven como un peligro aceptar estas condiciones por si esto pueda perjudicar ( como de hecho ocurre en muchos centros) a los servicios de comedor o de actividades extraescolares. No es humanamente posible que una madre trabajadora llegue a recoger a su hijo a las 14:00 al colegio. Sobre que es lo mejor para los niños no hay datos concluyentes en ninguna de las dos jornadas, con lo que cada uno arrima el ascua a su sardina, convirtiendo este debate en lo que convienena los adultos y no en los que conviene a los niños.
El caso es que en nuestro colegio el tema se planteó ( de nuevo) a principios de febrero. En una reunión de AMPA en la que debía decidirse cual sería el voto de la asociación para el consejo escolar respecto a este tema, me lié la manta a la cabeza y me ofrecí como representante del AMPA ante el Consejo Escolar, ya que el representante anterior había dimitido. Esta acción la puedo justificar con factores que van desde mi desvarío hormonal hasta mi poca cabeza, pero en realidad, y es lo que sigo sintiendo ahora despues de todo el jaleo, me apetece mucho hacer cosas por el colegio de mis hijos, que, dicho sea de paso, fue mi colegio cuando yo era niña. Siento una responsabilidad acerca de los que ocurre en el centro, creo que, peleas a parte, se pueden hacer grandes cosas.
Total, que se inicia el proceso de cambio y la cosa anda mas o menos normal hasta que la FAPA ( Federación de AMPAS) nos comunica que hay un papel en todo nuestro proceso que no ha sido enviado a tiempo a la Inspección de área y que no se puede seguir el proceso. Con esta información me voy a la Inspección territorial y, tras consultar a la inspectora, ésta paraliza el proceso para votar el cambio de jornada. Y se abren las puertas del Averno. El equipo directivo del centro, visiblemente contrariado, llega a amanazar al AMPA con retirarnos el permiso para hacer las actividades extraescolares. El grupo de padres a favor del cambio comienza a correr la voz de que el proceso lo ha parado el AMPA unilateralmente y uno de los días me encuentro rodeada por una quincena de madres que me señalan y me gritan. En el Consejo Escolar extraordinario que se celebra, los profesores nos acusan de deslealtad hacia el colegio ya que, según ellos, la inspección no se habría dado cuenta de que estábamos fuera de plazo si yo no hubiera ido a preguntar ( una idea un tanto cuestionable) y finalmente el colegio emite un comunicado a los padres, dejando leer entre líneas, que la culpa de todo la tiene en AMPA, que son unos chivatos acusicas. Y todo porque nadie en el consejo escolar se leyó la orden que regula el proceso de cambio y se estableció un calendario de votaciones sin tener en cuenta que uno de los documentos de solicitud había que formalizarlo antes del 1 de marzo.
Pero todo da un giro dramático.Hace una semana, concretamente el día 11 de marzo, aparece la inspectora por el colegio y nos comunica que todo ha sido un error y que ese famoso documento no había por que enviarlo antes del dia 15 de marzo. Sospecho que tanto el colegio como algunos padres habían presionado ligeramente para que pase esto. El problema era que teníamos dos días para convocar las nuevas elecciones y la escalada de tensiones no se frenaba. Finalmente, el viernes 14, a última hora y de la mas chapucera de las maneras, se celebra la elección... ¿ y todo para que? Pues para que de los 730 padres censados sólo fueran a votar 270. No se consigue el quorum, de hecho no se consigue ni la mitad de el quorum necesario. Pero, ¿adivinad a quien culpa todo el mundo de esto? Pues por supuesto al AMPA y a sus manejos, que ha encontrado un rato entre provocar las revueltas de Ucrania y hundir las finanzas internacionales para convercer a las de 400 padres para que no vayan a votar. De nuevo, a la salida del colegio me señalan y me increpan.
Pero ¿que ha pasado en realidad?. En realidad este centro lleva intentando el cambio ni mas ni menos que desde el 2005, y nunca ha alcanzado el quorum en las votaciones. De hecho este esl el año en el que más gente ha ido a votar en la hirtoria del colegio, supongo que la polémica y los incidentes han publicitado mucho el proceso. ¿ Y que pasa conmigo? pues que como estoy loca y además soy ninja no me planteo dimitir del AMPA y pienso seguir dando guerra, porque creo sinceramente que se puede hacer mucho, y que es nuestra responsabilidad como padres y contribuyentes pelear por la escuela pública. En cuanto a mi opinión sobre la jornada continua... a priori no me gusta, pero,en fin, hay cosas mucho más graves. He escuchado a las dos partes y todos tienen sus propios argumentos, pero preferiría que usáramos esta fuerza para arreglar los socavones del patio que para pelearnos y obviar que ya casi no hay becas de comedor o que el año que viene nos cambian los libros y no hay becas para comprarlos. ¿ Quién gana en todo esto, que ocurre por todas partes en Madrid? ¿ Quíen saca tajada de enfrentar a los padres con los profesores? ¿Quien consigue que ya nadie se acuerde de la drástica reducción de las becas de comedor porque ya pueden llevarse a su hijo a comer a casa y no tienen por qué quejarse? Está claro, ¿no?
PD: Perdón por lo largo del post, pero tenía que escribirlo.
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