El buen guerrero Ninja sabe cuándo ha de construir
una presa en el río y cuando ha de dejarlo correr
El Mayor, como si propio
nombre indica, es mayor. Redundancias a parte, esto implica que, como ya tiene
cinco años, empieza a pelear por su pequeño trocito de independencia. Como
madre sabia, una debe dejarle que comience a tomar decisiones y no poner trabas
en cuanto se declara sujeto político y jurídico soberano. Como madre normal, si
le vuelvo a ver con el cuchillo del pan en ristre intentando hacerse un bocata
me da un ictus.
El Mayor, además de ser,
repito, mayor, es muy peliculero. Ha elaborado una ristra de frases afectadas y
dramáticas que van del nivel “película de los domingos por la tarde” al nivel “Candy-Candy
y Marco en el funeral de Chanquete”. En cuanto te descuidas te saca una frase y
te la clava en el hígado; últimamente, a tenor del tema de la independencia, su
favorita es: -Mamá, ¿por que
no confías en mí? Una frase que suelta cogiéndome la mano y poniendo expresión
intensa y que vale para cruzar la calle solo, subirse a un muro derruido,
ducharse y duchar de paso todo el cuarto de baño, descargarse juegos tipo
“mansión playboy” en el IPad o decidir que son las cinco de la mañana, que ya
ha dormido mucho y que el se baja a ver una peli al salón.
El Mayor tiene un hermano
pequeño, que si, que es un plasta y le quita los coches pero gracias al cual él
es el mayor. Y claro, que mejor demostración de independencia que cuidarse solo
y a la vez cuidar de tu hermano. Siete de la tarde, después de salir de la
extraescolares les conecto a la tele mientras yo me divierto clasificando
calcetines y calzoncillos, y en esto que oigo quejas - Mamá, tenemos hambre - Espera un poco hijo,
que ya voy y hago la cena.
Pero, cuando uno ha sido
agraciado con el don de la independencia ¿por qué va a esperar? Cuando tu
hermano desfallece de hambre ¿por qué no procurarle alimento? Cuando en el
cuarto de baño hay una banqueta ¿por qué no subirse en ella y llegar al estante
más alto de la nevera? Diez minutos después escucho una voz procedente de salón
– Mami, estos zumos que has comprado están muy buenos- Y otra vocecilla corea -
Muy meno el bocata.¿Zumos? ¿Bocata?
¿Qué está pasando aquí? Con miedo entro en el salón y me los encuentro con un
sándwich cada uno de algo que parecía nocilla y bebiéndose a morro un mini brik
de nata líquida, del 33% de grasa que había abierto en la nevera. Si la escena
me pareció devastadora fue porque aún no había entrado en la cocina: La nevera
abierta, el perro encaramado en la banqueta intentando pillar el jamón de york,
el bote de nocilla revelando que el utensilio utilizado para untar el sándwich
había sido un dedo índice y el pan de molde desaparecido en combate.
Después de respirar hondo
para que no me vean muerta de risa (que tipo de autoridad tendría yo entonces)
procedo a retirarle al Mayor de manera temporal la independencia, a recoger la
cocina, a bañarles y a encamarles. A la mañana siguiente descubrí que la
independencia del Mayor es una realidad, porque ya no es que sea capaz de hacer
las cosas solo, es que es incluso capaz de improvisar soluciones alternativas a
problemas concretos. El pan de molde no estaba desaparecido en combate, estaba
hecho un guiñapo dentro del cajón de los cubiertos. Me espera una
pre-adolescencia muuuy larga.
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