Previously, in La madre
Ninja: Después de aguantar una rabieta por unos calcetines, un ejemplo de
teatro alternativo, una inundación de zumo y una nueva marca personal de
lanzamiento de niño al interior de un aula, me como casi dos horas de atasco
como dos soles mañaneros. ¡Que bonito se pone Madrid cuando llueve! ¡Cómo saca
la gente sus coches a lavar bajo la lluvia!
Por suerte, tengo un día
tranquilo en el trabajo. En realidad casi todos los días son tranquilos, un
museo no es un sitio en el que haya mucho estrés, no tenemos que aumentar las
ventas, ni vigilar la prima de riesgo, ni especular con activos tóxicos…
nuestros clientes han pasado ya por el proceso de fosilización y no suelen
ponerse quisquillosos si les limpias, les pones la sigla o les haces una foto.
Pero se acerca la hora en la
que tengo que volver a casa. Es un día complicado porque tenemos extraescolares
y después, un cumpleaños. Por algún motivo desconocido, el 90% de los amigos de
mis hijos han nacido entre septiembre y noviembre. Durante las navidades del
2006 debieron poner algo en las copas, o salió Sabrina en el especial de
nochevieja o el gobierno puso barra libre de viagra; no lo sé, el caso es que
todas las semanas hay un cumpleaños.
Una madre normal habría
pasado de las extraescolares y se habría ido directamente al Macdonalls; sobre
todo con los antecedentes de la mañana, pero yo no soy una madre normal. A ver,
el fútbol es de 17:15 a 18:15, y la psicomotricidad del pequeño es de 17:15 a
18:00. El cumpleaños empieza a las 17:30, si salgo del polideportivo a las
18:05 aunque lleguemos un poco tarde, podemos hacer las dos cosas y
aprovechamos la tarde. Sobre el papel todo cuadra, así que cuando llego a casa,
meto la bolsa de deporte en el coche y me voy comiendo un sándwich camino del
colegio, total, el coche está hecho un estercolero, unas migas mas no se van a
notar.
Los niños salen a las 16:45
hora zulú, tengo que estar a las 17:00 en el polideportivo para vestirles
(maldito uniforme, ahí te pudras), y tardo unos 15 minutos en llegar. Este es
el momento de desplegar todo mi ninjitsu. Me planto en la puerta del cole antes
de que abran dando saltitos como Usain Bolt, y en cuanto me dan la salida corro
a por el Rubio primero, agarro la mochila y el abrigo y tiro del niño “Ha
comido bien y ha hecho una caca marrón”. Sinceramente querida, me importa un
bledo. No me entretengas con información inútil que tengo que pillar sitio en
la cola para recoger al otro. Este momento es muy crítico, porque la gente se
agolpa en la puerta que lleva a las aulas de segundo ciclo de infantil y a mi
no me ha dado tiempo de pillar la pole position porque tenía que recoger al
Rubio; pero yo estoy aquí para llegar a tiempo a mis extraescolares, no para
hacer amiguitas. Me abro camino a codazos con el niño subido a la chepa y llego
la primera a la puerta.
Tictactictac, y la profesora
que no abre, claro, pobre mujer, en el mundo rosa de Hello Kitty y los pequeños
ponys el tiempo no discurre como en el nuestro. Al fin abre la puerta con el
halo de felicidad de quien cree en la hadas y en los unicornios y se topa con
mi cara de mala hostia “El niño. Ahora” Casi me da pena cuando me pone
pucherito y me da al niño “Que paséis muy buena tarde y un besito de
mariposita” No, no me da pena, me da grima, pero como no tengo ni tiempo ni un
magnum 43 para quitarle la tontería salgo corriendo.
Cuando cruzo por la puerta
del polideportivo justo a las 17:00 levanto los brazos, me pongo a correr por
el pasillo y me arrodillo frente a los vestuarios haciendo el arquero. Las
otras madres, que ya sospechaban que estoy loca, solo necesitaban una razón
para creérselo y yo acabo de dársela. Las clases trascurren según lo previsto,
no hay nada que me produzca mayor satisfacción que la sensación de que todo
sale como lo he planeado y de que estoy siendo verdaderamente eficaz, así que
me siento tranquilamente a esperar la salida de los niños cuando caigo en mi error: no tengo regalo. Tengo que ir a un
cumpleaños en cinco minutos y no tengo regalo. Valoro las opciones: Un billete
de diez euros, poco original y algo rácano. Una chocolatina de la máquina,
cutre. Un paquete de kleenex y un tampón (lo que llevo en el bolso), raro. No
me queda más remedio que pararme en el centro comercial al lado de Macdonalls y
comprar algo. Todo mi plan de horarios al garete, y por supuesto, llegamos muy
tarde al cumple, los otros niños ya se habían comido los happy meal y la tarta,
pero nosotros llevamos nuestro regalo, los enanos saltaron como salvajes en la
especie de piscina de bolas que hay y al final me dieron los happy meal para
que se los comieran en casa; con lo que me ahorré la cena. Y como estaban
agotados se durmieron muy pronto, y yo pude recuperar el tiempo perdido
espanzurrada en el sofá, que como todo el mundo sabe, el la mejor manera de
aprovechar el tiempo.
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