Os pongo aquí la traducción de un artículo de Lisa Bloom publicado en el Huffington Post que me ha hecho pensar un buen rato. Y como es viernes y tendréis tiempo para pensar y, espero, para comentar, aquí pongo el debate:


“Cómo hablarles a las niñas pequeñas
Por Lisa Bloom Traducción de Hernán Echavarría
El fin de semana pasado fui a una cena en la casa de una amiga, y conocí a su hija de 5 años. La pequeña Maya tenía el cabello castaño y crespo, ojos oscuros, y se veía adorable en su vestido rosado y brillante. Quería decirle: "¡Maya, eres muy linda! ¡Pero, mírate! ¡Hermosa, date la vuelta y muéstrame ese vestido de volantes tan bonito!" Pero me reprimí y no lo hice. Siempre que conozco niñas pequeñas me muerdo la lengua y me abstengo de ese primer impulso de decirles que están lindas/bonitas/hermosas/bien vestidas/bien arregladas/bien peinadas.

¿Qué tiene eso de malo? En nuestra cultura, esa es la forma más común de romper el hielo cuando se habla con niñas pequeñas, ¿no cierto? Y ¿por qué no hacerles un cumplido sincero que les aumente la autoestima? Si es que son tan encantadoras, que, de verdad, me derriten cuando las conozco. Dejemos esa idea quieta por un momento.

Esta semana el noticiero del canal ABC informó que a casi la mitad de las niñas entre los 3 y los 6 años de edad les preocupa ser gordas. En mi libro, Pensar: Una conversación clara para que las mujeres sean inteligentes en un mundo idiotizado, revelo que ahora entre el 15 y el 18% de las niñas menores de 12 años usan regularmente máscara de pestañas, delineador de ojos y labial; los desordenes alimenticios han aumentado; y un 25% de jóvenes estadounidenses preferirían ganar el concurso America's Next Top Model que ganar el premio Nobel de la Paz. Incluso mujeres universitarias, exitosas y brillantes dicen que preferirían "estar buenas" que ser inteligentes. Hace poco, una madre de Miami murió debido a una cirugía cosmética, dejando solas a dos hijas adolescentes. Este tipo de cosas continúan ocurriendo, y me rompen el corazón.

Enseñarles a las niñas que su apariencia es la primera cosa que uno nota les está diciendo que la imagen es más importante que cualquier otra cosa. Las prepara para hacer dieta a los 5 años, usar maquillaje a los 11, obtener implantes de senos a los 17 y recurrir al Botox a los 23. Como la tendencia de nuestra cultura a que las chicas sean atractivas las 24 horas del día y los siete días de la semana se ha convertido en algo "normal", las mujeres estadounidenses son cada vez más infelices. ¿Qué hace falta? Una vida con sentido, una vida de ideas, lecturas de libros y ser valoradas por sus pensamientos y sus logros.

Por eso es que me obligo a mí misma a hablarles así a las niñas pequeñas:
--Maya --Le dije, mientras me agachaba a su nivel y la miraba a los ojos. --Mucho gusto en conocerte.
--Mucho gusto --Me dijo, con esa voz de niña buena, educada y entrenada para hablarle a los adultos.
--¿Y qué estás leyendo? --Le pregunté, con un brillo en mis ojos. Adoro los libros. Me vuelvo loca por ellos y se lo hice saber.
Ella abrió los ojos, y la expresión facial educada y postiza dio lugar a un entusiasmo genuino sobre este asunto. Sin embargo, ella se contuvo, un poco tímida de mí, una desconocida.
--Me ENCANTAN los libros, --Le dije. --¿Y a ti?
A la mayoría de los niños les encantan.
--SÍ,--Me dijo. --¡Y ya soy capaz de leerlos yo sola!
--¡ah, asombroso! --Le dije. Y lo es, para alguien de 5 años. Muy bien por Maya.
--¿Cuál es tu libro favorito? --Le pregunté.
--¡Voy a traerlo! ¿Te lo puedo leer?
Yo no conocía el libro que trajo Maya: Purpu delicioso. Ella se sentó junto a mí en el sofá y muy orgullosa leyó en voz alta cada una de las palabras acerca de la heroína de la historia, que le encantaba el color rosado, pero era molestada en la escuela por un grupo de niñas que sólo se vestían de negro. Desafortunadamente era un libro sobre niñas y la ropa que se ponen, y cómo las elecciones de vestuario definían sus identidades. Pero cuando Maya terminó de leer, yo desvié la conversación hacia los asuntos más profundos del libro: niñas odiosas, la presión de los compañeros de clase y el no encajar con el grupo. Le conté que mi color favorito es el verde, porque me encanta la naturaleza, y a ella le gustó ese razonamiento.

Ni una sola vez hablamos sobre vestuario, o cabello, o el cuerpo, o quién era bonita. Es sorprendente lo difícil que es mantenerse alejado de esos temas cuando se habla con niñas pequeñas, pero yo soy terca. Le conté que había terminado de escribir un libro, y que esperaba que algún día ella también escribiera uno. Esa idea la entusiasmó de verdad. Las dos estábamos tristes cuando llegó la hora de que Maya se acostara, pero le dije que la próxima vez escogiera otro libro y que íbamos a leerlo y a hablar sobre él. ¡Ja! Eso la animó demasiado como para irse a la cama, y varias veces regresó de su cuarto toda entusiasmada.

Ese fue mi pedacito de oposición a una cultura que envía toda clase de mensajes erróneos a nuestras niñas. Un pequeño esfuerzo por la valoración del cerebro femenino. Un momento corto e intencional de dar un buen ejemplo. ¿Será que esos pocos minutos que pasé con Maya van a cambiar nuestra multimillonaria industria de la belleza, reality shows que degradan a las mujeres, nuestra cultura obsesionada con las celebridades? No. Pero por lo menos por una noche le cambié la perspectiva a Maya.

Intenten hacer esto la próxima vez que conozcan a una niña pequeña. Puede que al principio ella se sorprenda y esté insegura, porque muy pocos les han preguntado por su opinión, pero tengan paciencia y no abandonen la idea. Pregúntenle qué está leyendo. ¿Qué le gusta y qué no le gusta? Y ¿por qué? No hay malas respuestas. Simplemente van a estar generando una conversación inteligente que respeta el cerebro de la niña. Con una niña mayor, pregúntenle por eventos actuales: contaminación, guerra, recorte de presupuesto en las escuelas. ¿Qué le molesta de la realidad del mundo? ¿Cómo lo arreglaría si tuviera una varita mágica? Es posible que obtengan respuestas fascinantes. Háblenle sobre sus ideas, logros y libros favoritos. Denle un ejemplo de lo que una mujer inteligente dice y hace. Para que cambiemos el mundo, de a una niña a la vez.”

Bien es verdad que un niño es un niño ( o niñ@, seamos paritarios) y que hay que tratarle como tal, pero esto no quiere decir que por el mero hecho de ser niño se le pierda el respeto; que ya son muchos años faltándoles con cosas como:

 

-          “Jugar” con el niño a quitarle una cosa y decirle que es tuya, y luego, cuando el pobre se pone a llorar porque no se la devuelves decirle que era broma y que como se pone por nada. ¿Y si le pasa esto a un adulto? Pongamos por ejemplo que un día a un señor de aproximadamente metro noventa, 100 kilos de puro músculo y ex soldado del ejército de, digamos, Rusia, se te acerca y te quita las llaves del coche y te dice que es suyo. Además, como el tío es un cachondo mental, levanta el llaverito delante de tus narices y cuando intentas cogerlo lo sube haciendo un ruidito y partiéndose de risa. Cuando tu, con lágrimas en los ojos y después de mucho suplicar decides llamar a la policía, va y te dice que como te pones por nada, que estaba jugando contigo. Y como encima ande tu madre cerca, te toca disculparte por lloriquear y darle un besito al señor.

-          Obligar a los niños a compartir sus cosas, vamos, la típica imagen en el parque de un niño al que otro le coge una pala y, cuando llegan a las manos (el ser humano es así) viene la madre del dueño de la pala muy avergonzada porque su hijo “no sabe compartir” y se la deja al otro, una vez consigue arrancarla de las manos de su hijo entre berridos y lagrimones. Es curioso, porque un día en el parque vi a un chaval de unos quince años, pantalón cagao, gorra rapera y toda la pinta de haber estado en el campamento de verano de los latin king ese año, acercarse a un grupo de madres pidiendo muy educadamente que alguna le dejase llamar a su padre para que viniera a buscarle porque su móvil estaba sin batería. Por lo que parece uno nunca acaba de “aprender a compartir” porque el chaval se fue a casa andando.

-          Vestir a los niños con pantalones cortos y/o faldita con calcetines en pleno invierno. La justificación a este hecho incalificable es “están moniiiisimos” Si, desde luego el morado de los labios conjunta de maravilla con el color azulado de las piernas, enhorabuena. Un apunte: son niños, no Nenucos, es decir, que tienen ciertas características típicas de los seres humanos como la capacidad de sentir frío o la capacidad de sentir vergüenza; aunque esta última a los pobres niños que van en pantalón corto todo el año les fue arrebatada durante los primeros meses cuando les colocaron el faldón.

-          Obligar a los niños a besar desconocidos. Porque aunque a ti te presenten a esa amiga de tu madre con ese pelo cardado y el muestrario completo de Margareth Astor P/V colocado en la cara, tú puedes, más o menos, salir al paso con dos besos medio al aire, pero tu hijo está vendido. A tu hijo se le va a acercar un ser humano que le triplica el tamaño y que huele como la planta baja de un Corte Inglés, le va a pellizcar los mofletes con bastante fuerza (que estas señoras aprietan que da gusto) mientras chilla “ay que ricooo” y encima su, madre traidora, le va a obligar a estamparle un beso en toda la cara. Eso deja huella, y no hablo solo de los restos de pintalabios.
Hace calor. Esto puede traer consecuencias como el aumento de la natalidad; aunque el farmaceutico se empeñe en lo contrario.


Foto tomada en Riopar, provincia de Albacete en junio de 2012
Algunas veces el guerrero Ninja encuentra un adversario imposible de vencer. Parece inmune a todas sus técnicas, no cae ante los venenos, los engaños, las armas. El guerrero sabio se sienta a la orilla del rio y espera ver pasar su cadáver.
Yo tengo dos hijos y he pasado por el trámite de dejar el pañal una vez y media. Al Mayor se lo quitamos en un mes, con el Rubio llevo un año, y lo que me queda.
Para quitarle el pañal al Mayor la ayuda profesional fue inestimable. La profe que tenía en la guardería supo ver cuando estaba preparado y era tan constante y tan diligente que, pese a que yo por las tardes no cumplía lo de ir sentándole en el WC cada media hora y la mitad de las veces se lo hacía encima cuando estaba en casa, ella consiguió quitarle el pañal. Fue poco más o menos en un mes, y fue rápido pero no exento de drama, que estamos hablando de mi hijo Mayor. Era sentarse en el wáter y desplegar sus dotes dramáticas. Algunas veces usaba el método Stanislavky, agarrándose con las dos manos a la taza y poniendo cara de mucho dolor y sufrimiento interior (“está frio, no puedo estar mucho tiempo aquí”) y otras se ponía mucho mas Jose Luis López Vázquez y chillaba que se iba a caer dentro y quedar atrapado para siempre y/o morir. Felizmente, después de los momentos de drama, sufrimiento y dolor, aprendió a aguantar y pedir el pis.
Pero con El Rubio no hay manera. Mas o menos a la misma edad que empezamos el proceso con el otro, le dije a su profe que podíamos ponernos a quitarle el pañal (va a una guarde distinta de la que fue el Mayor) y me miró raro   “ si le queda un año para ir a segundo ciclo de infantil, tienes tiempo” vale, si tiempo si tengo, pero también tengo un niño de dos años, 16 kilos de peso y que come más o menos la misma cantidad de comida que yo, no te voy a explicar lo que expulsa. Los pañales junior se le quedan pequeños, se despierta con el pijama mojado todas las noches, algo hay que hacer. Como a la profe no la vi yo muy proactiva, empecé en casa a hacer como con el Mayor, le sentaba a cada rato (sin un horario fijo, la verdad, con el Mayor no tenía a otro niño gritando cada dos por tres que se le acerca una mosca o que tiene un lunar y que le tenemos que llevar al hospital) pero la cosa no avanzaba. Así que decidí dejarle sin pañal y que la necesidad me obligara a estar pendiente y sentarle cada poco rato. Cuando me encontré una moñiga en una esquina del salón (y puedo asegurar que no era del perro) compré unos pañales-braga y empecé el ataque psicológico para meterle en la cabeza un mensaje claro: Eres mayor, no bebé, avisa cuando tengas caca. El mensaje caló hondo y empezó a negarse a llevar pañal, porque él no era bebé. Se niega a llevar pañal pero le da exactamente igual tener un plastón en el calzoncillo o ir por el parque mojado de pis. El tema de avisar también lo interiorizó, pero avisa en el momento en el que se lo está haciendo, y una es ninja pero no es superwoman, no me da tiempo a llegar al wáter con el niño en volandas, y la mayoría de las veces voy corriendo por el pasillo con el niño sujeto por los sobacos y soltando un hilillo de pis.
Y con las vacaciones hemos ido a peor. Se pasa el día el pañal (bueno, más que un pañal parece que lleva un tanga)  porque parece que se ha olvidado de todo lo que ha avanzado en meses. Entiendo que a los abuelos se les hace imposible ir sentándole cada media hora, así que cuando llegué yo me propuse reconducirle para aprovechar lo que nos queda de calor y llegar al otoño sin pañal, y me decidí a dejarle sin pañal, y, como mis hijos son nudistas, tampoco lleva calzoncillo ni pantalón ni nada. Una bomba química con piernas regordetas. Hace dos días, se tumbó en el sofá con un cuento en la mano y ahí tal cual estaba se cagó mientras aprendía los colores con Pocoyó y sus amigos. Y tan tranquilo no dijo ni pío, no sé cuánto tiempo pasó hasta que me di cuenta, lo que sí puedo detallar es que esa mañana había bebido grandes cantidades de agua de mar y se había comido al menos dos palas de arena.
El ninja no solo está preparado para defender el castillo,  también ha sido entrenado para recuperar posiciones perdidas. Una derrota, un paso atrás no son un problema.
Para la Madre Ninja el verano supone una pérdida de todo lo que durante el año se había ganado a base de rutina: baños, comidas, siestas, todo lo que tiene un horario se pierde, se mezcla y se descoloca. Así, acabas dando la merienda en el baño, cenando a las once de la noche, dejando que eche la siesta a la una para luego comerse el cocido a las cinco, o ignorando completamente cuando fue la última vez que bañaste a los niños para la alegría y regocijo de estos últimos. Bueno, no pasa nada, la piscina tiene cloro y eso desinfecta, ¿no?
Y luego, claro, como mis vacaciones y las suyas no tienen nada que ver hay que ir acoplándolos donde se pueda, y se pasan el verano de casa en casa, y con cada cambio la anarquía gana terreno.
Pero para anarquistas radicales, de los del puño en alto, la cresta punki, la chupa de cuero, el perro y la flauta están los abuelos. ¿Tú te acuerdas de tu padre, el que te ponía normas y horarios, el que te echaba la bronca a la mínima? Pues ese mismo señor es el que juega con tus niños a saltar en el sofá, el que les deja ayudarle en el jardín con las tijeras de podar, el que se coge el coche a las nueve de la noche porque al niño le apetece cenar phoskitos y el que cuando les castigas porque han estado a punto de sacarle un ojo con un palo te dice “déjales, si no hacen nada”. ¿Y de tu madre? ¿Te acuerdas? Si, la autora de grandes éxitos como: “cómete el hígado que es muy sano”,“ llévate la chaqueta que refresca” o “ recoge tu cuarto o saco a pasear la zapatilla” Vamos, la misma que ahora cocina a la carta para los enanos, les deja estar en pelotas el día entero y no parece importarle que tengan el salón como si hubiera estallado una bomba en una juguetería.
Así que, después de pasarse diez días con los abuelos en la casa Okupa, me vas a explicar cómo meto yo ahora en vereda a estos dos radicales. El rubio se ha especializado en cócteles molotov y bombas fétidas (tengo un par de aventuras en relación al tema quitar el pañal para el próximo post), el siempre ha sido de la rama violenta del movimiento. El Mayor, en cambio, como buen ideólogo, después de leer a Marx, Bakunin, Camus y, Sartre ha acabado con una visión un poco pesimista de la situación y recientemente ha postulado su teoría “mi destino es morir” mientras se comía un bocata de nocilla.  Ánimo, solo quedan dos semanas para septiembre.
Pd: Post dedicado a Ki y Lo por hacer tan bien su trabajo de abuelos.

-                          “Ha llegado el día alumna. Llevas meses preparándote, aprendiendo las técnicas del ninjutsu, instruyéndote, consultando, leyendo todo lo que crees que te va a hacer falta. Este es el momento en el que empieza tu nueva vida.”

-                          “Tengo miedo sensei, ¿y si no puedo? ¿y si no se lo que hacer?

-                          “Hija, hace treinta años que soy tu madre y todavía hay días en los que no puedo y no sé. Saldrá bien. Y si no sale bien, esperemos que dentro de 20 años podamos colocarle de tronista en mujeres, hombres y viceversa”. 





Mi día llegó un 8 de agosto a las 8:00 de la mañana. Como ya llevábamos doce días desde que salí de cuentas y al Mayor no le apetecía asomar la cabeza me ingresaron para inducirme el parto.



Huelga decir que esos doce días de retraso fueron una tortura. Cuando iba al hospital a monitores todo el mundo me decía que era bueno caminar, así que nos íbamos yo y mis 20 kilos de más a dar vueltas por el Carrefour que es el sitio más grande con aire acondicionado de mi entorno. Al quinto día consecutivo de paseos por el supermercado ya había una porra entre las cajeras de si rompería aguas en el pasillo de congelados o en la frutería.



Pero nada. Ni contracciones tenía. De forma que me ingresan en el hospital, y yo me presento allí duchadita, rasuradita (mas o menos, a ver quien se hace las ingles brasileñas con una panza del tamaño de Gibraltar) y preparada para el rock and roll. Me ponen el goteo y esperamos. De repente, de la habitación de al lado salen unos gritos desgarradores, se oyen carreras por los pasillos y finalmente se escucha el llanto de un bebe. Samurai sale a ver que ha pasado y resulta que la chica de la habitación de al lado, al poco de ponerle la oxitocina, había dado a luz tan deprisa que la ginecóloga no pudo llegar y la atendieron la auxiliar y el marido. “Ostras, que  eficaz la oxitocina esta, prepárate cari que lo mismo te toca a ti atender mi parto”.



Pero nada. Al cabo de una hora plantado frente a los pies de la cama en actitud de jugador de rugby, el Samurai me pregunta si se puede sentar “si, no tiene pinta de que vaya a expulsar al niño en plan hombre-bala del circo”. Se abre la puerta y aparece un chico muy majo “hola, soy el matrón” y el Samurai, que le da por los chistes en momentos de tensión dice “pues donde hay matrón no manda parinero”. Después de ignorar el chiste (es posible que no lo entendiera, cari, es que tu humor es de alto nivel) me dice que me va a romper la bolsa. Hurga un rato y se deja el grifo abierto, porque de ahí salió todo el líquido que llevaba yo nueve meses reteniendo. Bueno, ahora debería empezar la cosa.



Pero nada. Tenía contracciones, no muy dolorosas, y había dilatado dos centímetros, el cuello del útero no estaba borrado. Eran ya las tres de la tarde y no había comido ni bebido nada desde la noche anterior. No tenía mucha hambre pero me moría de sed. Te ponen el suero pero no puedes beber agua, solo chupar una gasa mojada o un hielo. El cansancio empieza a notarse. Me pregunta la ginecóloga que si quiero la epidural, y yo, que me había puesto hasta una pegatina en la maleta que ponía “0 sufrimiento, hasta el culo de epidural, por favor” le digo que venga, que una ronda. Entonces aparece el anestesista para llevarme a darme el pinchazo. Era un Oompa Loompa. Habrá anestesistas de Cáceres, o de Dinamarca, y este tío era un Oompa Loompa. Se movía con sigilo, moreno y pequeñito, y no hablaba. No dijo nada, ni una palabra, pero hubo un momento en que pensé que se iba a poner a cantar. Cada cierto tiempo entraba en la habitación, miraba la bomba y salía sin decir ni mu. Bueno, ahora que ya estoy anestesiada que empiece la fiesta.



Pero nada. Tres centímetros, eran las diez de la noche. La ginecóloga, que entró de turno cuando yo ingresé y que había visto todo el proceso, después de meter la mano bastantes veces para ver si el chaval se animaba, me dice que si no avanzamos tenemos que valorar la cesárea, que a ella le daba igual, que estaba de turno toda la noche, pero que el bebe lleva muchas horas aguantando contracciones y no es lo mejor. Que chasco, yo que me veía empujando como en las películas y espachurándole la mano al Samurai y ahora me llevan sola a un quirófano.



A las doce de la noche me llevan al quirófano, cansada, asustada y muerta de sed. La ginecóloga y las enfermeras son muy cariñosas conmigo, me van animando e incluso la ginecóloga me va dando besos (eran muchas horas ya juntas). El Oompa Loompa anda por allí y se comunica conmigo a través de una enfermera; si quería cantar ese hubiera sido un buen momento. Se ponen manos a la obra y les digo que ya que están que me hagan una liposucción. No cuela. Al cabo de un rato, oigo un llanto, y una enfermera me lo acerca, berreando mucho, muy grande (cuatro kilos la criatura), todo lleno de sangre. Me pongo tan nerviosa que intento cogerle y me arranco la vía que tenía en el brazo al estirarlo hacia el, pero el Oompa Loompa me la vuelve a colocar en décimas de segundo sin decir ni pío. Se lo llevan mientras a mi me vuelven a dejar mas o menos como estaba, eso es lo peor de la cesárea, pero no es plan de ir por ahí con el niño en brazos y los intestinos colgando, es bastante comprensible.



Las dos de la mañana, estoy agotada. El pequeño ha cogido el pecho en cuanto me lo he puesto, y luego se ha quedado dormido. Estoy muerta, voy a dormir yo también, mañana me esperan nuevas sensaciones como “buenos días, te han operado y ya no te queda anestesia en el cuerpo”  o  “el niño se ha cagado y eso que llaman meconio es tan pastoso que no se limpia fácilmente”. Bienvenida a tu nueva vida.

Duros, muy duros momentos le esperan a un guerrero Ninja. El ha oído a los ancianos hablar de las crueles batallas de la guerra de Onin o del asedio de Fushimi por las fuerzas del Ejército del Oeste, pero sabe que, hasta que no llegue su hora, no podrá sentir el dolor en su propio cuerpo, no podrá superar sus límites, no verá el color de su sangre.



La Madre Ninja se inicia como tal con una durísima prueba de esfuerzo y resistencia que acaba entre sangre, sufrimiento y dolor: el embarazo.



Las cosas como son, el embarazo empieza con molestias, sigue con vómitos, continúa con dolores de espalda, encara la recta final con miembros hinchados y ganas de matar al marido y termina con mucho dolor. Si, el parto duele, ya está bien de engaños y de buenismo, leches, que no somos niñas pequeñas. Duele que te cagas. Hay gente a la que le duele menos y gente a la que le duele más, pero doler, duele.  Otra cosa es que nosotras seamos capaces no solo de aguantarlo sino de repetirlo, no nos quiten mérito señores ginecólogos del pleistoceno (esos que dicen, “ ay, ya se está quejando, si no duele”).  






Esto es lo que tu has visto en las revistas
Esto es lo que hay en realidad



Empecemos por el principio. Tu Samurai y tú, ilusionados de la vida, comprobáis cómo le salen dos rayitas al test de embarazo y tu te las prometes muy felices, no en vano, has visto muchas películas en las que la embarazada está alegre y radiante, luego tiene un pequeño episodio, siempre divertido, relacionado con los antojos y al final, va al hospital, suda un poco, pega cuatro gritos y da a luz justo cuando suena la musiquita emotiva. Pan comido.



Pero nadie te cuenta la verdad, bueno, si, tu madre y/o tu abuela te cuentan su horrible parto estilo la matanza de Texas horas antes de ir al hospital, pero nadie te cuenta que el primer trimestre las hormonas se levantan y te montan un 15M de consecuencias devastadoras para tu piel, tu pelo y tu sistema nervioso. Yo leí algo del tipo “cuando estás embarazada tienes la piel radiante, el pelo más sedoso y tus ojos irradian chispas de felicidad”. Yo solo puedo decir que a mi me salieron un millón de granos, se me caía el pelo a mechones y mis ojos irradiaban chispazos de locura asesina.



Alguna habrá que se quede así


Pero la mayoría estábamos como esta mujer que se comió a Salma Hayek
En el segundo trimestre empieza a salir la tripa. Esto hace bastante ilusión, porque hablamos de una tripa redonda y divertida, que casi no pesa. Es un momento de calma que precede a la tormenta. A medida que avanzan las semanas la tripa empieza a hacerse con el control del cuerpo. Necesita espacio, así que oprime tus órganos internos sin pudor; si intentas tumbarte boca arriba, aplastará tus pulmones, si se te ocurre comer, presionará tu esófago hasta que los ardores te hagan plantearte si has bebido tequila a palo seco en lugar de agua, si necesitas moverte, tu espalda y tus riñones se verán impotentes a la hora de sujetar el barrigón y tus piernas se arquearán para mantener el equilibrio, lo que te hará parecer Gozilla con hemorroides ( ah si, hemorroides, eso viene luego). La piel, que nunca se ha visto en una situación de semejante estrés, acaba por claudicar, y te aparecen unas líneas rojitas, a juego con el manchurrón negro que va del ombligo para abajo, que luego se ponen blancas y ya se quedan contigo a vivir porque te cogen cariño.

Angelina Jolie mutando en Mosterrat Caballe por obra y gracia de las hormonas

Y ahí estás tu, semana 40, mes de agosto, el niño que no sale. Dedos de manos y pies como morcillas de Burgos, tobillos desaparecidos en combate, más de cuatro días estreñida y una mala hostia que te viene de no sabes dónde y de la que piensas tirar en el momento en el que te digan “empuja”.


La Madre Ninja olfatea el campo de batalla. Se avecina el momento. Está preparada. Sabe que va a sufrir, sabe que va a sangrar, pero no tiene miedo, es su bautismo de fuego, va a ganar la condición de Ninja. Ha venido a pelear
Con esto de tener siempre el móvil en el bolso y que este a su vez tenga cámara, se pueden guardar para siempre recuerdos estrañables, como el de este CD que vi en una gasolinera:




Ahí está el cabrero, todo melancólico, normal, con unos títulos tan profundos.

               - Calaña, viva Calaña: Di que si, que la calaña del mundo también es buena gente, a ver si por ser un asesino, un criminal o un consejero de Bankia no vas a poder ir por la calle con dignidad

              - Labrador de tierras altas: ¿ Pero eras labrador o cabrero?
 
             - Calaña ya no es calaña: Esta visto que la calaña ya no es lo que era

             - A mi me llaman cabrero: Vale, entonces lo de labrador lo quitamos, ¿no?

             - Lo devoran sus hermanos: Aquí el Cabrero lo da todo. Muy gore.
















Muchas gracias a Lucía de Baballa por publicar en su blog la reseña que le envié del Museo Geominero, que no solo es uno de los mas especiales de Madrid, también es mi batcueva, el lugar al que voy a trabajar todos los días y gracias al cual aún sigo cuerda, porque me permite desconectar de la lucha del hogar. Pasaos a hechar un vistazo! ( bueno, y pasaos por el museo físicamente todas las veces que queráis, que es gratis)

http://www.baballa.com/



El guerrero Ninja valora en todo momento el territorio en el que se encuentra. Conoce sus debilidades y sabe si el entorno le acompaña o no.



Cuando la Madre Ninja sale a luchar en campo abierto debe evaluar la hostilidad del terreno y las posibilidades que tiene de salir victoriosa. Para mí, uno de los territorios mas hostiles es la playa.



Yo soy de Madrid, y aquí, por mucho que se empeñen en llamarle playa a orillas de ríos o a piscinas naturales, no hay playa. Que no hay playa señores, vale ya de dar por saco, que no pasa nada por no tener playa, que hartura. Toda esa gente que se pone romántica en plan “ ah!, me encanta el olor a mar, esa sensación de salitre en la piel, mirar al horizonte al atardecer…” Los cojones. Es bajarse del coche nada mas llegar a la playa y recibir un puñetazo en toda la cara de la humedad, por no hablar del dichoso salitre, todo el día pegajosa. Y qué decir de la arena, que no se como se las arregla para que sigas encontrando granitos un mes después de haber vuelto a casa; por si no lo habían pensado hay una razón por la que los ricos y famosos se bañan desde los yates y no pisan la playa, y no es por los paparazzi.



Para mi desgracia a los niños les encanta la playa, y como buena Madre Ninja  yo se sufrir sin quejarme, así que preparamos un equipaje que parece la intendencia del desembarco de Normandía y a sufrir. Esta última estancia en la playa hemos cargado cada día con: Una sombrilla, una bolsa con toallas, tres bañadores de recambio para cada uno, esterillas, dos cubos, dos palas, dos rastrillos, dos camioncitos y dos regaderitas exactamente iguales (y aún así se peleaban), una mochila nevera con agua, cerveza, fiambre, petit-suisse de apretar ( gracias, señor del Mercadona), dos barras de pan, una bolsa de patatas fritas, una cometa y una bolsa de deporte con un par de neoprenos, tubos, máscaras y aletas que mi Samurai se ha empeñado en llevar cada día “ para hacer snorkel”, cosa que por supuesto no hemos hecho en ningún momento. Eso para empezar, a las diez de la mañana. Aquí me gustaría a mi ver a la romántica del olor a mar, ella tan mona que va a la playa con su capazo chic, su pareíto y su revistita.



Llegamos, descargamos, montamos el campamento y yo me unto de crema factor 50 en un alarde de contorsionismo para evitar que me caiga arena en la piel pegajosa y acabe como una croqueta (que ilusa soy a veces), y después persigo a los insurrectos para untarles también, que es un nuevo deporte mezcla de paintball y duathlón porque combina disparo de crema con carrera y natación.



Una vez colocado todo, vuelvo a sacudir las toallas que ya están hasta arriba de arena y establecemos turnos de baño y vigilancia del campamento hasta la hora de comer. Hoy tenemos bocadillo de queso y arena o de jamón con tomate y arena, a elegir. De postre hay helado crocanti de arena. Y si te va el vicio, como al Rubio, pues llenas el cubo de agua y arena y te lo vas comiendo con la pala. Ya he comentado anteriormente lo bueno para el tránsito intestinal que es comer arena, ¿no?

Cuando la tarde ya va avanzando y yo llego al límite de mi resistencia levantamos el campamento y nos volvemos a la casa. Una de las mejores cosas que tiene la playa es que los niños acaban reventaos, lo de saltar olas se lo debió inventar una madre para tener a los chavales dando botes cuatro horas seguidas sin quejarse. Así que, en cuanto llegan, se duchan y cenan los tienes listos para dormir doce horas del tirón, horas necesarias también para el descanso de la Madre Ninja, porque mañana, del día D a la hora H volveremos a tomar la playa, y muchos morirán antes de alcanzar la orilla.  

   
El ninja se adapta al medio. Es como el tigre en la tierra, como la grulla en el aire, como el tiburón en el agua.

La Madre Ninja sabe que el  verano exige la adaptación al medio. Llegan la piscina y la playa, y con ellas, las complicaciones.

La piscina es, a priori, un medio mas manejable ya que tiene un fondo determinado y cuatro paredes, lo que acota el campo de lucha. Aunque a mi siempre se me vuelve todo en contra; la piscina de mi urbanización tienen un fondo determinado, si, la parte que menos cubre 1,30. Y como es una urbanización pequeña, no tiene socorrista ni piscina para niños ni leches en vingre, así que hay que estar todo el rato en plan David Hasselhoff pero puesto de farlopa. Bueno, en plan David Hasselhoff sin mas.

Como ya el verano pasado me tocó tirarme al agua con ropa y todo porque el Rubio decídió que con año y medio el ya estaba preparado para nadar sin manguitos, este año le coloco los manguitos y la burbuja antes de salir de casa; pero hace un par de días aprendió a quitarse los manguitos y es cuestión de tiempo que aprenda a quitarse la burbuja ( porque la correa le aprieta bastante la panzorra, aunque la lleva lo mas suelta posible). El muy desgraciao se baja las actualizaciones en un día. El tío se ha instalado ya el paquete "demarchaenlapiscina 3.2" que incluye los programas " mequitolosmanguitos" "metirosinmirar" "medejolosdientesenlaescalera" y yo todavía voy por la version 3.0 y no hay manera de que se me acabe de bajar el programa " tepongocremaaunquepatalees".

El Mayor, que en teoria sabe nadar, o eso te dice la profe para justificar lo que te cobran en el cole concertado porque tiene piscina, ya va sin manguitos ni nada. Pero como el es mas precavido y consciente pues cuando se tira procura hacerlo cerca de la escalera,en el lugar en el que la piscina hace un ángulo de 90º, y cada vez que se tira su cabeza pasa peligrosamente cerca del saliente de la escalera, momento en el que a mi se me disparan las pulsaciones y pego un berrido que el no oye porque está buceando. Y cuando sale y ve mis ojos inyectados en sangre dice "¿ que pasa?" y yo " ¡que te tires mas lejos de la escalera, que te vas a dar!" y el se aleja un milímetro y se vuelve a tirar. ¿ No decían que adelgazaba mucho lo de la subida repentina de pulsaciones? Pues después del verano os lo cuento.

Y luego está el tema del nudismo. Mis hijos son declaradamente nudistas. No entienden por qué hay que llevar el bañador, con lo incómodo que es para, por ejemplo, mearse en la ducha de la piscina. A mi personalmete me da igual, pero en mi urbanización el tema ese de mearse en la ducha como que lo llevan mal. Tampoco se mostraron muy comprensivos cuando el Rubio se cagó en la piscina, aunque el Samurai, haciendo alarde de agilidad visual y física, se tiró rápidamente con una toallita y recogió el ñordo. Por eso nos han sugerido que los niños lleven el bañador puesto, auque sea para contenter elementos no deseados dentro del agua. El Mayor me ha preguntado que por qué no nos bañamos todos desnudos, y yo le he dicho que a los mayores nos da vergüenza enseñar nuestro culo a otros mayores y el lo ha comprendido perfectamente " ah, claro, como tenéis el culo peludo no os gusta enseñarlo" . Pues si, mayormente.